San Juan 11,45-56
En este
evangelio se dicen palabras muy fuertes que nos ponen frente la misión de
Jesús: “Jesús iba a morir por la nación y no solamente por la nación sino
también para congregar en la unidad a los hijos de Dios que estaban dispersos”.
Este congregar en la unidad a los hijos de
Dios que andaban dispersos como ovejas descarriadas es el deseo de Dios, formar
una familia humana una gran fraternidad, como dijo el S.S Francisco cuando
asumió como papa; este es el sueño de Dios, una gran familia. Y pensemos como
todos tenemos algo que hacer para que esta gran familia se dé; porque no va a
caer del cielo, tenemos que construirla entre todos.
En este
evangelio hemos notado estas malas intenciones que tenían en base a los intereses;
“que hacemos” decían los fariseos "este hace muchos signos van a creer en
él y van a destruir nuestra nación." O sea, estaban pensando en sus
intereses; si nosotros aprendemos a dejar un poco de lo nuestro, ojalá todo lo
nuestro, para que Dios construya sus proyectos con nosotros y a través nuestro,
la humanidad puede construirse según el sueño de Dios. Y no hay cosa más
grande, más bella que está.
Entonces
cuando tenemos está oportunidad de hacer algo bueno, pensar que es uno, es la
acción de Dios que hace que este sumo sacerdote por ejemplo halla profetizado,
como dice el texto, “no dijo eso por sí mismo” dice San Juan, sino que
profetizó uno de los carismas más importantes por la acción de Dios.
Dejémoslo
obrar a Dios en nuestro corazón, dejemos que él nos inunde de este amor a los
pobres que el papa Francisco está ayudándonos a tomar conciencia que deben ser
de corazón de nuestra querida Iglesia y de la humanidad entera.