San Juan 8,31-42
El evangelio
que hoy tenemos para reflexionar, podríamos decir para confrontarlo con nuestra
vida, nos relata la enseñanza de Jesús a los judíos que creyeron en Él,
invitándolos a la permanencia fiel, así conocerán la verdad y serán libres. Dos
temas muy importantes, a que podríamos agregar el de la filiación, el ser
hijos.
En este
texto uno rescata como centro que la fe heredada no es suficiente para la
verdadera libertad ni para una filiación legítima, para ser hijos de verdad.
Para ser libres de verdad hay que ser fiel a su Palabra, porque Él es la
verdad.
La verdad libera y la mentira esclaviza. Más
de una vez, en todos nosotros podremos experimentar, que asumir la verdad, aunque
es mucho más doloroso nos da más paz, nos hace libres y alegres. Abraham, a
quien se refiere, nos representa la libertad y un corazón que responde
incondicionalmente a Dios.
Por lo tanto, ser hijo auténtico de Abraham,
lo que nos hace verdaderamente libres, es lo que intentamos vivir su fe e
imitar sus actitudes. Este texto del evangelio nos invita a vivir la libertad
en una sociedad que intenta esclavizar.
Muchas veces podemos ver lo que nos propone la
televisión, el mundo, la vida… a veces una vida "más facil", con
relaciones fugaces no permanentes, o con drogas, con juegos y fantasía, para
descubrir después que esto no es realmente la felicidad ni la auténtica
libertad, sino que todo lo contrario estamos como enredados.
Un desafío
para todo el que quiere vivir de la fe, es ser fieles a la palabras de Jesús.
Ser libres exige esfuerzo y valentía, pero eso sin duda da verdadero gozo. Uno
descubre en los santos, y concretamente en los mártires que nos dan testimonio
de lo que es la auténtica libertad.
Vamos a
pedirle al Señor que realmente nos ayude a ser verdaderos hijos suyos y a tener
una fe que se encarna en gestos, actitudes y criterios.