San Juan 5,1-16
Nos encontramos hoy con ese personaje de la piscina de
‘Betsata’, Jesús pasa entre tantos enfermos, ciegos, lisiados y paralíticos’ de
la vida, se acerca a alguno de ellos… por qué: quién lo sabe.
Lo interroga, le pide su anhelo: "¿Quieres
sanarte?"; y lo único que recibe es la respuesta de lo circunstancial de
la vida: entrecruces de complicaciones, acusaciones de los que no se hacen
cargo de él, reproches por el tiempo no suficiente… y el deseo pasa desapercibido.
La dificultad para comunicarle al otro aquello que nos hace
falta puede desembocar en conflictos en nuestras relaciones cotidianas.
Aquellas personas que no logran plantearse la posibilidad de pedir lo que
desean, sufren en silencio, o viven enojadas, porque su familia, sus amigos, su
jefe, su pareja, la novia o el novio, no adivinan sus necesidades.
Aparecen los mitos: “yo puedo solo”; yo lo hago mejor que si
se lo pidiera a otro; si me quiere, va a saber lo que necesito”.
La mayoría de las personas que tienen dificultades para
pedir, poseen poco contacto con su interior, con sus deseos más profundos.
Entonces, lejos están de poder pedir a otros lo que ellos mismos no pueden
reconocer, lo fundamental. Antes de aprender a pedir, es conveniente que
identifiquemos nuestras necesidades prestando atención a lo que sentimos.
Expresar nuestras necesidades es hacernos cargo de lo que pasa en nuestro
interior.
En esta situación hoy el Evangelio toca a tu corazón en este
tiempo de Cuaresma. Jesús, o tal vez tú que portas su presencia divina, caminas
hoy entre ellos… no sé por qué tal vez te acerques a uno… No necesita la
presencia para entrar en la piscina de cinco pórticos sino la gracia que ha
tocado tu persona.
No solo tenemos que aprender a pedir lo que necesitamos,
también debemos aprender a acercarnos a la necesidad de los demás tal y como
ésta se presenta y darles lo que el corazón más anhela: una posibilidad para
ser feliz.
"Mi Padre trabaja siempre, y yo también trabajo":
qué gran verdad es esta. Cuántas horas habrá pasado Jesús experimentando casi
ocultamente la obra del Padre y, como buen hijo aprendió las más grandes
actitudes del obrar humano, casi divino: "dar la vida por los
amigos".