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9 de febrero

 

Marcos 7,31-37

En este pasaje, Jesús se encuentra en la región de Decápolis, donde le llevan a un hombre que es sordo y tiene dificultad en el habla. La gente que trae al hombre a Jesús lo suplica para que le imponga las manos y lo sane.

Jesús toma al hombre aparte, le pone los dedos en los oídos y con su saliva le toca la lengua. Luego, levantando los ojos al cielo, suspira y pronuncia las palabras "Effatá", que significa "Ábrete".

Inmediatamente, los oídos del hombre se abren y se desata la atadura de su lengua, y comienza a hablar correctamente. La multitud queda asombrada ante este milagro y proclama: "Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos".

Esta historia nos enseña varias lecciones importantes. En primer lugar, muestra el poder transformador de Jesús. El hecho de que pueda abrir los oídos de un sordo y desatar su lengua demuestra su autoridad sobre la enfermedad y su capacidad para realizar milagros.

En segundo lugar, esta historia destaca la importancia de la fe y la confianza en Jesús. El hombre sordo no solo fue llevado a Jesús por otros, sino que también mostró su disposición al permitir que Jesús actuara en él. Su fe y cooperación fueron fundamentales para recibir la sanidad.

Además, este pasaje enfatiza la compasión de Jesús hacia los que sufren. Él se toma el tiempo de atender personalmente al hombre y utiliza gestos simbólicos para comunicar su intención de sanarlo. Jesús no solo tiene el poder para sanar, sino que también se preocupa profundamente por el bienestar de las personas.

Esta historia nos invita a reflexionar sobre nuestra propia sordera y dificultad para hablar espiritualmente. A menudo, hay áreas de nuestras vidas en las que estamos cerrados a la voz de Dios y no podemos proclamar su mensaje con claridad. Sin embargo, si nos acercamos a Jesús con fe y permitimos que él actúe en nosotros, podemos experimentar su poder transformador y ser liberados de nuestras limitaciones espirituales.