Marcos
2,1-12
En este
evangelio encontramos una historia poderosa que nos invita a reflexionar sobre
nuestra actitud de intransigencia y nuestra capacidad para aceptar el amor y el
perdón de Dios en nuestras vidas.
En esta
historia, Jesús se encuentra rodeado de maestros de la ley, personas instruidas
en las normas y enseñanzas religiosas de la época. Ellos están firmemente
arraigados en sus creencias y no están dispuestos a considerar la posibilidad
de que Jesús sea el Mesías esperado. En cambio, lo tachan de charlatán y
blasfemo.
Sin embargo,
Jesús no solo responde a este desafío sino que va más allá. Él sabe lo que los
maestros de la ley están pensando y les plantea una pregunta: "¿Qué es más
fácil, decirle al paralítico: 'Tus pecados te son perdonados', o decirle:
'Levántate, toma tu camilla y camina'?" (Marcos 2,9). Jesús les muestra
que tiene el poder tanto para perdonar pecados como para realizar milagros
físicos.
Y luego,
para demostrar su autoridad y poder, Jesús dice al paralítico: "Levántate,
toma tu camilla y vete a tu casa" (Marcos 2,11). El hombre se levanta,
toma su camilla y camina ante los ojos asombrados de todos. Esta señal
milagrosa confirma la divinidad y el poder de Jesús.
Esta
historia nos desafía a examinar nuestra propia intransigencia y resistencia al
cambio. ¿Cuántas veces nos aferramos a nuestras propias ideas, creencias y
tradiciones, y nos negamos a considerar nuevas perspectivas? ¿Cuántas veces
tachamos de falsos o equivocados a aquellos que no piensan como nosotros?
La
invitación que encontramos en esta historia es la apertura del corazón. Jesús
nos llama a aceptar y difundir en el mundo actual la buena nueva del amor y el
perdón de Dios. Debemos reconocer que solo Dios tiene el poder de perdonar
pecados y que Jesús, como el Hijo de Dios, tiene autoridad para hacerlo.
Al abrir
nuestros corazones a esta verdad, podemos experimentar la transformación y la
liberación que viene a través del perdón de Dios. Y al difundir esta buena
nueva, podemos ser instrumentos de amor y reconciliación en un mundo que tan
desesperadamente lo necesita.
Que esta
reflexión nos inspire a examinar nuestra propia intransigencia y a buscar la
apertura del corazón para aceptar y difundir el amor y el perdón de Dios en
nuestras vidas y en el mundo que nos rodea.