Juan 1,1-18
En este día
tan especial de Navidad, la liturgia nos invita a reflexionar sobre el prólogo
del cuarto evangelio de Juan. En este pasaje, se nos revela la encarnación de
Jesús como la Palabra creadora y eterna.
La Palabra,
que existía desde siempre y que es anterior incluso a Juan el Bautista, se hizo
persona en Jesús. No es simplemente un sonido o un concepto, sino una presencia
viva y reveladora. Esta Palabra revelada nos muestra la verdad y nos invita a
conocer y experimentar la presencia de Dios en nuestras vidas.
Es
importante destacar que esta Palabra no solo es divina, sino que también se
hizo humana. Jesús asumió nuestra naturaleza y condición, haciéndose carne. Se
hizo vulnerable, limitado en tiempo y espacio, y compartió nuestra fragilidad y
mortalidad.
El hecho de
que la Palabra se haya encarnado significa que Dios no está lejos, sino que
está entre nosotros. Jesús habitó entre nosotros, caminó en nuestra historia y
se acercó a nuestra realidad cotidiana. Él nos mostró el camino del amor, la
compasión y la reconciliación.
Sin embargo,
esta Palabra encarnada fue rechazada por algunos, mientras que otros la
acogieron y se abrieron a su mensaje transformador. La encarnación de Jesús nos
desafía a preguntarnos cómo estamos respondiendo a esta Palabra en nuestras
vidas.
En este día
de Navidad, recordemos y celebremos el regalo maravilloso de la encarnación.
Agradezcamos a Dios por su amor inmenso al enviar a su Hijo como Palabra
encarnada, que vino para revelarnos su amor y mostrarnos el camino hacia la
vida plena.
.Que este
día de Navidad sea una oportunidad para renovar nuestra fe y vivir de acuerdo
con la Palabra encarnada que habitó entre nosotros.
Que Dios les
bendiga en este día especial y les llene de alegría y paz. Amen.