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26 de octubre

 

San Lucas 12,49-53


El evangelio de hoy nos presenta un Jesús que le dice a sus discípulos: “Yo he venido a traer fuego sobre la tierra y cómo desearía que estuviera ardiendo” Es decir se nos presenta un rostro quizás poco conocido de Jesús; que es el del corazón apasionado, es aquel que se manifiesta como el que tiene un corazón ardiente, un corazón apasionado, un corazón que arde y que incluso desearía que ese fuego que siente en el corazón arda también en el corazón de todos lo que lo están escuchando, principalmente sus discípulos.

El fuego nos manifiesta la pasión no las cosas que nos apasionan; aquello por lo cual nosotros nos queremos jugar por entero la vida. Jesús también lo tiene y lo siente en el fondo de su corazón: es una pasión que lo alimenta, que lo motoriza, que lo motiva, que ni él mismo puede aplacar. Y es el amor: el amor al Padre y el amor que vea consumada su obra, el amor al Reino de los Cielos instaurado definitivamente en la tierra y el amor a los pobres, a los pequeños, a los sencillos y a los humildes. Es decir, el Corazón de Jesús no es un corazón impávido. No es un corazón pasivo. No es un corazón de piedra. Es un Corazón que ama, que siente, que se enciende incluso hasta bruscamente de amor por todos los hombres.

Y más adelante el relato del evangelio dice que Jesús hace una segunda confesión que tenemos que entender bien. Habla de la paz. Nosotros hoy deseamos la paz, la necesitamos, la queremos. Sin embargo, en palabras de Lucas, Jesús dice que no ha venido a traer la paz. En este sentido me parece que nosotros tenemos que entender y diferenciar bien dos cosas: la paz que viene a traer Jesús no es la ausencia de conflictos, la paz que viene a traer Jesús no es la ausencia de guerras, no es la ausencia de rivalidades, no es la ausencia de todo aquello con lo cual yo me puedo llegar a confrontar y que me puede herir o me puede lastimar. La paz de Jesús es mucho más. La paz de Jesús es que, aún a pesar de todo eso y por sobre todas esas cosas, hay un corazón dispuesto a amar y a jugárselas por entero por amor a otras personas.

Claro, entonces no queda más remedio que generar división porque de hacer una opción fundamental por el Evangelio -en definitiva, una opción fundamental por el amor y por aquellos que sienten la vida de la fe más amenazada- va a generar división porque no todos lo van a querer vivir la misma manera. Es decir, habrá algunos que sí y otros que no. Entonces aquellos que con corazón apasionado busquemos no una ausencia de conflictos sino en la capacidad de poder vivir, aceptar, y a sumir conflictos en nuestra vida para sacar de hecho con la gracia de Dios un bien mayor, nos va a hacer distanciar de aquello que quieren una vida cómoda, una vida fácil, una vida tibia, una vida segura en su propia zona de confort.