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30 de diciembre

Lucas 2,36-40

En este pasaje bíblico se nos presenta a una mujer llamada Ana, una profetisa que había vivido muchas décadas en el templo, dedicada a la adoración y el servicio a Dios. Ana era una mujer de gran fe y conexión con Dios, y se destacaba por su vida de oración y alabanza constante.

El versículo base de esta reflexión nos recuerda que hablar de Dios y transmitir su mensaje no se limita a títulos o diplomas académicos, sino a una experiencia íntima y profunda con Él. Ana personifica esta realidad, ya que a través de su larga experiencia en la presencia de Dios, tenía el testimonio y la autoridad para hablar de Él a los demás.

En nuestra sociedad actual, a menudo se busca la instantaneidad y la inmediatez en todo, incluso en la formación y capacitación espiritual. Se promociona la idea de que uno puede aprender rápidamente a ser bueno en diferentes áreas, incluyendo la predicación y la enseñanza de la Palabra de Dios. Sin embargo, la historia de Ana nos recuerda que esta conexión con Dios necesita tiempo y dedicación.

La invitación es que en nuestra formación permanente como discípulos de Cristo, dediquemos un lugar especial al diálogo con Dios, a la oración y a la alabanza. No se trata solo de adquirir conocimiento teórico, sino de cultivar una relación viva y profunda con nuestro Creador. Es en este encuentro con Dios, en escuchar su voz y recibir su dirección, que seremos capacitados para comunicar su mensaje de amor y salvación a los demás.

Así como Ana pasó años en la presencia de Dios, fortaleciendo su fe y su conocimiento de Él, también necesitamos invertir tiempo y esfuerzo en nuestra relación con Dios. Esto implica dedicar momentos diarios para comunicarnos con Él, estudiar su Palabra, adorarlo y escuchar su voz a través del Espíritu Santo.

Al hacerlo, estaremos preparados para hablar de Dios de una manera auténtica y poderosa, no porque tengamos títulos o diplomas, sino porque hemos experimentado personalmente su amor, su gracia y su poder transformador en nuestras vidas. Que nuestra formación permanente se enfoque en este diálogo con Dios, haciéndolo una prioridad en nuestra vida cotidiana.

 

29 de diciembre

 

Lucas 2,22-35

Este evangelio relata el pasaje en el que María y José llevan a Jesús al templo para cumplir con las prescripciones de la ley de Moisés. Allí, encuentran a un anciano llamado Simeón, quien ha esperado toda su vida la llegada del Mesías. Cuando Simeón ve a Jesús, toma al niño en sus brazos y pronuncia una oración de gratitud y bendición.

La oración de Simeón es llena de profundo significado y es un ejemplo para nosotros en nuestra relación con Dios. Él reconoce en Jesús la plenitud de sus sueños, la realización de su esperanza y la presencia misma de Dios. Simeón comprende que su vida ya está completa en ese momento, y que no necesita buscar nada más para encontrar la verdadera felicidad.

En contraste, nos encontramos en un mundo que nos inculca constantemente que la plenitud se encuentra en el tener, en el consumismo, en la fama o en el poder. Sin embargo, la experiencia de Simeón nos invita a reflexionar sobre qué es lo verdaderamente importante en nuestras vidas.

Simeón nos muestra que el encuentro con Jesús es lo que realmente colma nuestro corazón y nos da paz interior. Es en su presencia que encontramos la verdadera realización y alegría. Por eso, en algún momento de nuestra vida, debemos anhelar sentir a Jesús tan cerca como Simeón lo sintió en sus brazos, para que así, alegres y agradecidos, no deseemos nada más que a él.

Este evangelio nos invita a evaluar nuestras prioridades y a cuestionarnos dónde buscamos nuestra plenitud y felicidad. ¿Estamos poniendo nuestra confianza en las cosas materiales, en el éxito mundano, o estamos buscando a Jesús y su presencia en nuestras vidas?

Que, en nuestra búsqueda de plenitud y realización, recordemos siempre la oración de Simeón y su profunda sabiduría. Que encontremos en Jesús la respuesta a todos nuestros anhelos y que, alegres y agradecidos, no busquemos otra cosa sino a él.

28 de diciembre

 

Mateo 2,13-18

Aquí Mateo relata el episodio de la huida de la Sagrada Familia a Egipto para escapar de la persecución de Herodes. Herodes, temiendo perder su poder e influencia, ordenó la matanza de todos los niños menores de dos años en Belén y sus alrededores.

Este pasaje nos invita a reflexionar sobre el valor sagrado de la vida y sobre las consecuencias devastadoras que puede tener el miedo a perder el poder. Herodes, movido por su propio temor, actuó de manera inhumana al dar la orden de quitar la vida a tantos inocentes.

En contraste, Jesús vino al mundo para traer vida y vida en abundancia. Él nos enseñó a amar y respetar toda manifestación de vida, ya sea humana o no humana. Desde el momento de su concepción hasta su muerte en la cruz, Jesús nos mostró la dignidad y el valor supremo de cada ser humano.

Como seguidores de Jesús, es nuestro deber respetar, cuidar y valorar toda forma de vida. Esto implica proteger y defender los derechos de los más vulnerables: los niños, los enfermos, los ancianos, los pobres y todos aquellos que son marginados o considerados desechables por la sociedad.

Además, debemos reconocer que nuestras acciones y decisiones tienen un impacto en la vida de los demás. No podemos permitir que el miedo o el afán de poder nos lleve a actuar de manera inhumana. Al contrario, debemos buscar siempre el bien común y promover la justicia y la paz en todas nuestras relaciones.

En este día de conmemoración de los niños que fueron víctimas de la violencia de Herodes, recordemos el llamado de Jesús a amar y valorar la vida. Oremos para que podamos superar nuestros propios miedos y egoísmos, y que podamos ser agentes de compasión y cuidado en un mundo que a menudo desprecia y maltrata la vida. Que cada acción que tomemos esté guiada por el amor y el respeto hacia todas las manifestaciones de vida, siguiendo el ejemplo de Jesús, nuestro Señor y Salvador.

27 de diciembre

 

Juan 20, 2-8

En este pasaje nos encontramos con la figura de Juan, el discípulo amado de Jesús. Juan es un testigo creíble de la Resurrección, ya que él mismo vio y creyó en lo que había sucedido.

Juan, como apóstol y evangelista, fue cercano a Jesús durante su ministerio terrenal. Él escuchó sus enseñanzas y presenció los milagros que realizó. A través de su evangelio, Juan nos transmite su experiencia y nos invita a creer en Jesús como el Mesías, el Hijo de Dios.

El propósito de Juan al escribir su evangelio fue que todos nosotros creyéramos en Jesús. Él quería que la comunidad que lo acompañaba y futuras generaciones pudieran conocer la verdad sobre la vida, muerte y resurrección de Jesús, y que esa fe transformara sus vidas.

Al celebrar el día de Juan como apóstol y evangelista, podemos reflexionar sobre la importancia de ser testigos creíbles en nuestro propio contexto. Así como Juan, hemos sido llamados a ser testigos de la obra de Dios en nuestras vidas y en el mundo.

Ser un testigo creíble implica vivir nuestra fe de manera coherente, mostrando el amor y la gracia de Jesús en nuestras acciones y palabras. Significa estar dispuestos a compartir nuestro testimonio con aquellos que nos rodean, compartiendo la esperanza y el poder transformador del evangelio.

En este tiempo de celebración y reflexión, pidámosle al Señor que nos ayude a ser testigos creíbles entre nuestros hermanos. Que podamos vivir nuestra fe con autenticidad y dar testimonio del amor de Jesús a través de nuestras vidas. Que el ejemplo de Juan nos inspire a ser verdaderas luces en medio de la oscuridad, llevando la esperanza de la Resurrección a aquellos que nos rodean.

26 de diciembre

 

Mateo 10,17-22

En el pasaje bíblico, Jesús está preparando a sus discípulos para la persecución y la oposición que enfrentarán en su misión de difundir el evangelio. Les advierte que serán arrestados, entregados a las autoridades y perseguidos por su fe en Él.

Es interesante notar que la buena noticia del evangelio puede provocar violencia y oposición porque desafía los poderes establecidos y confronta las estructuras de injusticia y pecado presentes en el mundo. La verdad del evangelio es transformadora y cuestiona los sistemas de poder y las ideologías que se oponen a los valores del Reino de Dios, como el amor, la justicia y la misericordia.

Sin embargo, a pesar de la persecución y la oposición, Jesús invita a sus seguidores a perseverar en su fe. Esta perseverancia no es solo una actitud de resistencia pasiva, sino una coherencia activa con la fe. Significa mantenerse firmes en la verdad del evangelio, aún en medio de las dificultades y los obstáculos.

La gracia de la perseverancia nos es concedida por Dios. Es su fortaleza y su amor inagotable lo que nos permite seguir adelante, incluso cuando las circunstancias parecen adversas. La perseverancia nos ayuda a mantenernos fieles a nuestra vocación cristiana, a seguir el ejemplo de Jesús y a difundir su amor y su mensaje de salvación.

En este día, mientras recordamos la muerte de san Esteban y consideramos la realidad de la persecución, pidamos a Dios la gracia de la perseverancia y la fortaleza para ser testigos valientes del evangelio, incluso en medio de la adversidad. Que podamos ser coherentes con nuestra fe y brillar con el amor y la esperanza que solo Jesús puede dar.

25 de diciembre

 

Juan 1,1-18

En este día tan especial de Navidad, la liturgia nos invita a reflexionar sobre el prólogo del cuarto evangelio de Juan. En este pasaje, se nos revela la encarnación de Jesús como la Palabra creadora y eterna.

La Palabra, que existía desde siempre y que es anterior incluso a Juan el Bautista, se hizo persona en Jesús. No es simplemente un sonido o un concepto, sino una presencia viva y reveladora. Esta Palabra revelada nos muestra la verdad y nos invita a conocer y experimentar la presencia de Dios en nuestras vidas.

Es importante destacar que esta Palabra no solo es divina, sino que también se hizo humana. Jesús asumió nuestra naturaleza y condición, haciéndose carne. Se hizo vulnerable, limitado en tiempo y espacio, y compartió nuestra fragilidad y mortalidad.

El hecho de que la Palabra se haya encarnado significa que Dios no está lejos, sino que está entre nosotros. Jesús habitó entre nosotros, caminó en nuestra historia y se acercó a nuestra realidad cotidiana. Él nos mostró el camino del amor, la compasión y la reconciliación.

Sin embargo, esta Palabra encarnada fue rechazada por algunos, mientras que otros la acogieron y se abrieron a su mensaje transformador. La encarnación de Jesús nos desafía a preguntarnos cómo estamos respondiendo a esta Palabra en nuestras vidas.

En este día de Navidad, recordemos y celebremos el regalo maravilloso de la encarnación. Agradezcamos a Dios por su amor inmenso al enviar a su Hijo como Palabra encarnada, que vino para revelarnos su amor y mostrarnos el camino hacia la vida plena.

.Que este día de Navidad sea una oportunidad para renovar nuestra fe y vivir de acuerdo con la Palabra encarnada que habitó entre nosotros.

Que Dios les bendiga en este día especial y les llene de alegría y paz. Amen.

23 de diciembre

Lucas 1,57-66

Este evangelio nos presenta el nacimiento de Juan el Bautista y cómo su llegada fue motivo de asombro y alegría para aquellos que lo rodeaban. En este relato, podemos encontrar la frase clave: "Porque era evidente que Dios estaba con él".

Juan el Bautista fue elegido por Dios desde antes de su concepción para ser el precursor del Mesías, el que prepararía el camino para la venida del Señor. Esta elección divina no solo se manifestó en su llamado, sino también en su vida misma. La presencia de Dios era evidente en él, y esto se reflejaba en su valentía al predicar la verdad y en su estilo de vida radicalmente comprometido con Dios.

Esta frase nos invita a reflexionar sobre la importancia de reconocer la presencia de Dios en nuestras vidas. Así como Dios estuvo con Juan el Bautista, Él también está con nosotros. Está presente en cada aspecto de nuestra existencia, dirigiendo nuestros pasos, dándonos fortaleza y guiándonos en su divina voluntad.

Cuando reconocemos que Dios está con nosotros, experimentamos una profunda paz y seguridad. Sabemos que no estamos solos en nuestros desafíos y dificultades, y que podemos confiar en la sabiduría y el amor de Dios en todo momento.

Al igual que Juan el Bautista, también somos llamados a preparar el camino para el Señor en nuestras propias vidas y en el mundo que nos rodea. Esto implica vivir en santidad, proclamar la verdad del evangelio y ser testimonios vivientes del amor de Dios.

Que en nuestra reflexión diaria, encontremos la certeza de que Dios está con nosotros. Que podamos experimentar su presencia en nuestras vidas de una manera tangible y profunda. Y que, al igual que Juan el Bautista, podamos ser instrumentos en las manos de Dios para preparar el camino para la venida del Señor, viviendo en obediencia y amor hacia Él y hacia los demás.

Señor, te pedimos que nos ayudes a reconocer tu presencia en nuestras vidas, así como lo hiciste con Juan el Bautista. Permítenos vivir en comunión contigo, siendo testigos del poder y amor que solo provienen de ti. En tu nombre, amén.

22 de diciembre

 Lucas 1,46-56

¡Qué hermosa reflexión conocida como el Magníficat, es un himno de alabanza y gozo por las grandes obras que Dios ha realizado en su vida y en la historia de Israel.

María se siente desbordada de gozo, no puede contener la alegría que siente en su corazón. Y esta alegría la comparte con su prima Isabel, quien también ha sido bendecida a pesar de las circunstancias difíciles que enfrentaba.

En el cántico de María, ella reconoce que Dios actúa en ella y en su pueblo. Alaba las acciones de Dios, su poder y su misericordia. Reconoce que Dios ha derribado a los poderosos, ha llenado de bienes a los hambrientos y ha levantado a los humildes.

María nos invita a unirnos a su alegría por la llegada del Señor. Ella nos muestra que la venida de Jesús es motivo de gozo y celebración. Es un recordatorio de que Dios está presente en nuestras vidas y sigue obrando maravillas en nosotros.

En nuestra vida diaria, podemos permitir que la alegría de María nos envuelva. Podemos reconocer y alabar las obras que Dios realiza en nuestro corazón y en nuestra historia personal. Podemos compartir esta alegría con los demás, alentándolos y animándolos con la buena noticia del amor y la misericordia de Dios.

María nos enseña a ser testigos de la presencia de Dios en el mundo, a través de nuestras palabras y acciones. Nos invita a cantar nuestro propio Magníficat, proclamando las maravillas que Dios ha hecho y sigue haciendo en nosotros.

Gracias, María, por tu ejemplo de alegría y alabanza. Permítenos unirnos a tu gozo por la llegada del Señor, para que podamos ser portadores de su luz y amor en el mundo. Amén.

 

21 de diciembre

Lucas 1,39-45

Qué ejemplo tan hermoso nos muestra María en el Evangelio de hoy. Nos enseña la prontitud y la disposición para servir a los demás. Apenas recibe la noticia de que está esperando al Hijo de Dios, ella corre aprisa para ponerse al servicio de su prima Isabel.

Este gesto de María es digno de admiración. A pesar de ser la madre de nuestro Señor no busca privilegios ni se coloca por encima de los demás. Al contrario, se pone al servicio de Isabel. Y la reacción de Isabel lo confirma, exclamando: "¡Cómo así que la madre de mi Señor venga a verme!". María, con humildad y amor, está dispuesta a hacer todo lo necesario en ese ambiente y por la edad de Isabel: lavar, cocinar, barrer, limpiar, quitar el polvo.

Esta actitud de María nos desafía y nos invita a reflexionar sobre nuestra propias acciones y actitudes. A veces, debido a nuestra posición social, nuestra educación o nuestra edad, podemos caer en el error de pensar que ciertas tareas son responsabilidad de otros. Pero María nos muestra que no importa nuestra posición o estatus, sino que todos estamos llamados a servir.

María cumple plenamente la palabra dada: "hágase". Ella acepta de corazón el plan de Dios y se pone al servicio de los demás con humildad y generosidad. Nos muestra que ser sencillos, humildes y servidores es lo que Dios espera de nosotros.

En nuestra vida diaria, podemos preguntarnos: ¿Estamos dispuestos a correr aprisa para servir a los demás? ¿Estamos abiertos a poner nuestras habilidades y talentos al servicio de quienes nos rodean? ¿Cumplimos fielmente la palabra dada de hacer la voluntad de Dios en nuestra vida?

Pidamos a María que nos ayude a aprender de su ejemplo, para ser sencillos, humildes y servidores en nuestro caminar con el Señor. Que su amor y su disponibilidad para el servicio nos inspiren a seguir su ejemplo y a poner nuestras vidas al servicio de Dios y de nuestros hermanos y hermanas.

 

20 de diciembre

Lucas 1,26-38

Este evangelio nos narra la anunciación del nacimiento de Jesús a María. En este pasaje, vemos cómo Dios elige a una joven humilde y desconocida para ser la madre de su Hijo.

Es interesante notar que la anunciación de Juan el Bautista se dio en el templo, en Jerusalén, y fue a un sacerdote, lo cual es un evento más público y llamativo. Sin embargo, la anunciación de Jesús se realiza en un pueblo humilde, a una joven desconocida, en el ambiente cotidiano de la vida diaria. Esto refleja la discreción con la que Dios elige obrar.

Esta discreción de Dios nos enseña una importante lección. A menudo, buscamos reconocimiento y aplausos por nuestras acciones y logros. Queremos ser vistos y valorados por los demás. Sin embargo, la historia de María nos muestra que cumplir con nuestro deber y seguir la voluntad de Dios no requiere de grandes escenarios ni de reconocimiento público.

María acepta la voluntad de Dios con humildad y obediencia. Ella no busca fama ni reconocimiento personal, sino que se pone al servicio de Dios y confía en su plan. Esta actitud nos invita a reflexionar sobre nuestro propio caminar con Dios.

Hoy, también recordamos un acontecimiento triste en la historia de Panamá: la invasión del 20 de diciembre de 1989. Este hecho doloroso no debe ser olvidado, ya que supuso una violación a los derechos humanos y causó gran sufrimiento a muchas personas. Es importante recordar la historia para aprender de ella y trabajar por un futuro más justo y pacífico.

En este sentido, podemos tomar inspiración de María y José, quienes cumplieron con su deber sin buscar reconocimiento ni aplausos. Siguiendo su ejemplo, también podemos ser agentes de paz y justicia en nuestra sociedad, trabajando por la reconciliación y el respeto a los derechos humanos.

Que en este día reflexionemos sobre la discreción de Dios al elegir a María como madre de Jesús y sobre la importancia de cumplir con nuestro deber sin buscar reconocimiento personal. Que recordemos el doloroso episodio de la invasión a Panamá y nos comprometamos a construir un mundo mejor, donde se respeten los derechos de todos. Que el ejemplo de María y José nos guíe en nuestro caminar con Dios.

Hoy hace 34 años de la invasión a Panamá, un hecho que no podemos olvidar, pero que podemos aprender de él para construir un país más justo y unido. Que el recuerdo de aquellos días nos impulse a trabajar por la paz y la reconciliación, para que nunca más se repitan hechos tan dolorosos en nuestra tierra.

Enmanuel, Dios con nosotros. Que vivamos con la certeza de que Dios está siempre presente en nuestras vidas y nos guía en nuestro caminar. Que sigamos el ejemplo de María y José, cumpliendo con nuestro deber sin ánimo de aplausos y reconocimientos. Que el amor de Dios nos motive a construir un mundo mejor, donde reine la justicia, la paz y la solidaridad. Que así sea. Amén.

19 de diciembre

 

Lucas 1,5-25

Este pasaje nos presenta la historia del nacimiento de Juan el Bautista, un precursor importante en la misión de preparar el camino para la venida de Jesús.

En este relato, vemos cómo Dios obra en situaciones aparentemente imposibles. Zacarías y su esposa Isabel eran una pareja mayor y estéril, lo que en aquel tiempo se consideraba una desgracia y una vergüenza. Sin embargo, Dios decide intervenir y anuncia a Zacarías que Isabel concebirá y dará a luz a un hijo.

Esta intervención divina es un recordatorio de que Dios puede trabajar a través de personas corrientes y en circunstancias difíciles. A menudo, nos enfrentamos a desafíos y obstáculos en nuestras vidas que parecen insuperables. Pero el ejemplo de Zacarías e Isabel nos enseña que cuando confiamos en el plan de Dios y estamos dispuestos a ser instrumentos de su voluntad, él puede obrar maravillas en medio de nuestras limitaciones y dificultades.

Juan el Bautista cumplió su misión de ser el precursor de Jesús, anunciando su llegada y preparando el camino para él. Del mismo modo, como seguidores de Jesús en nuestros días, también tenemos la responsabilidad de ser precursores y anunciadores de la Buena Nueva. Debemos estar dispuestos a preparar el camino para que las personas encuentren a Jesús en sus vidas, compartiendo su mensaje de amor, esperanza y salvación.

Que esta reflexión nos anime a seguir el ejemplo de Juan el Bautista, preparando el camino para el Señor en nuestras vidas y siendo testigos vivos de su amor y misericordia en el mundo. Que estemos abiertos a la acción de Dios, confiando en su poder para obrar en los momentos más difíciles y siendo instrumentos de su paz y salvación para los demás.

 

18 de diciembre

 San Mateo 1,18-24

Este evangelio  relata la anunciación a José, donde el ángel del Señor se le presenta para animarlo en la tarea que le ha sido encomendada. En esta historia, vemos cómo Dios siempre busca la colaboración de hombres y mujeres en la historia de la salvación.

José, un hombre sencillo y de profunda fe, nos enseña una valiosa lección: confiar y aceptar los planes de Dios incluso cuando no los entendemos por completo. En muchas ocasiones, buscamos certezas y seguridades en nuestras vidas, tratando de tener todo bajo nuestro control. Sin embargo, la historia de José nos invita a abrirnos a la disponibilidad para cooperar con otros en la llegada de un mundo nuevo.

José fue confrontado con una situación inesperada: su prometida, María, estaba embarazada y él sabía que no era su hijo biológico. En ese momento, puede haber sentido dolor, confusión y temor. Pero el ángel del Señor le dice: "José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es" (Mateo 1,20).

José, movido por su fe y confianza en Dios, acepta cumplir con el plan divino. Aunque no comprendiera plenamente lo que estaba sucediendo, José confía en Dios y se dispone a ser instrumento de la voluntad divina.

Esta historia nos invita a reflexionar sobre nuestra propia disposición para cooperar con otros en la llegada de un mundo nuevo. A menudo, queremos tener todo resuelto y claridad absoluta antes de comprometernos. Pero Dios nos llama a confiar en Él y a estar abiertos a colaborar con los demás, incluso cuando no entendamos completamente los planes divinos.

La disponibilidad para cooperar con otros implica humildad, flexibilidad y desprendimiento de nuestras propias expectativas. Nos lleva a ser instrumentos del amor de Dios en el mundo, dispuestos a servir y a ser parte de la transformación de la sociedad.

Al igual que José, podemos aprender a confiar en Dios y a aceptar su voluntad, aunque no siempre comprendamos sus caminos. Pidamos al Señor que nos llene de su Espíritu, para que podamos ser fieles colaboradores en la llegada de un mundo nuevo, donde reine el amor, la justicia y la paz.

Que la historia de José nos inspire a dejar de buscar certezas y seguridades egoístas, y en cambio, nos motive a abrirnos a la disponibilidad para cooperar con otros en la construcción de un mundo mejor. Que podamos confiar en Dios y estar dispuestos a ser instrumentos de su amor y gracia en nuestro entorno.

Que la historia de José nos recuerde que Dios siempre cuenta con nosotros para llevar adelante su plan de salvación. Que podamos responder a su llamado con fe y valentía, dispuestos a ser colaboradores en la llegada de un mundo nuevo en el que el amor y la justicia prevalezcan. En definitiva, nuestra disposición para cooperar con otros en la llegada de un mundo nuevo es un acto de fe y confianza en Dios. Abrámonos a su gracia y permitamos que Él nos guíe en esta misión, para que juntos podamos ser agentes de transformación en nuestra sociedad. "Señor, ábrenos a la disponibilidad para cooperar con otros en la llegada de un mundo nuevo. Ayúdanos a confiar en tu plan y a ser instrumentos de tu amor y gracia. Amén."

16 de diciembre

 

Mateo 17,10-13

Este Evangelio nos presenta la pregunta de los discípulos acerca de la venida de Elías antes del Mesías.

Jesús les responde diciendo que, de hecho, Elías ya ha venido, pero no fue reconocido y fue maltratado por aquellos que le ignoraron.

Esta respuesta de Jesús nos invita a reflexionar sobre la importancia de reconocer la voz de los profetas actuales en nuestra vida, aquellos que, como Elías y Juan el Bautista, nos llaman a preparar los caminos para la llegada del Señor.

Al igual que en tiempos pasados, en la actualidad también existen personas que, inspiradas por el Espíritu Santo, llevan el mensaje de Dios a la sociedad.

Son aquellos que luchan contra la idolatría, la impiedad y todas las formas de injusticia que prevalecen en nuestro mundo.

Ellos nos invitan a mirar más allá de nuestras propias necesidades y deseos, y a trabajar por el establecimiento del Reino de Dios aquí en la tierra.

Sin embargo, es importante destacar que reconocer la voz de los profetas actuales no siempre es fácil.

Muchas veces, somos tentados a ignorar sus llamados incómodos o rechazar su mensaje por temor a los cambios que puedan requerir en nuestras vidas.

Como sucedió con Elías, podemos maltratar e ignorar a aquellos que vienen en nombre de Dios, simplemente porque no se ajustan a nuestras expectativas preconcebidas.

Por lo tanto, debemos estar atentos, abriendo nuestros corazones y nuestros oídos para discernir la voz de los profetas actuales.

Ellos pueden llegar a nosotros a través de diversas formas, como la palabra de Dios proclamada en la Iglesia, las enseñanzas de los santos, el testimonio de personas comprometidas con la justicia y la paz, e incluso en los eventos de la vida cotidiana.

Que el Señor nos conceda la gracia de reconocer y acoger a los profetas actuales, aquellos que, con el espíritu de Elías y Juan el Bautista, nos invitan a preparar los caminos al que viene.

Que podamos escuchar su mensaje de amor, justicia y esperanza, y responder con generosidad y valentía a sus llamados.

Que, como verdaderos discípulos de Jesús, podamos ser instrumentos de cambio y transformación en nuestro mundo, preparando el camino para la llegada del Reino de Dios. Amén

 

15 de diciembre

 

Mateo 17,10-13

Este Evangelio nos presenta la pregunta de los discípulos acerca de la venida de Elías antes del Mesías.

Jesús les responde diciendo que, de hecho, Elías ya ha venido, pero no fue reconocido y fue maltratado por aquellos que le ignoraron.

Esta respuesta de Jesús nos invita a reflexionar sobre la importancia de reconocer la voz de los profetas actuales en nuestra vida, aquellos que, como Elías y Juan el Bautista, nos llaman a preparar los caminos para la llegada del Señor.

Al igual que en tiempos pasados, en la actualidad también existen personas que, inspiradas por el Espíritu Santo, llevan el mensaje de Dios a la sociedad.

Son aquellos que luchan contra la idolatría, la impiedad y todas las formas de injusticia que prevalecen en nuestro mundo.

Ellos nos invitan a mirar más allá de nuestras propias necesidades y deseos, y a trabajar por el establecimiento del Reino de Dios aquí en la tierra.

Sin embargo, es importante destacar que reconocer la voz de los profetas actuales no siempre es fácil.

Muchas veces, somos tentados a ignorar sus llamados incómodos o rechazar su mensaje por temor a los cambios que puedan requerir en nuestras vidas.

Como sucedió con Elías, podemos maltratar e ignorar a aquellos que vienen en nombre de Dios, simplemente porque no se ajustan a nuestras expectativas preconcebidas.

Por lo tanto, debemos estar atentos, abriendo nuestros corazones y nuestros oídos para discernir la voz de los profetas actuales.

Ellos pueden llegar a nosotros a través de diversas formas, como la palabra de Dios proclamada en la Iglesia, las enseñanzas de los santos, el testimonio de personas comprometidas con la justicia y la paz, e incluso en los eventos de la vida cotidiana.

Que el Señor nos conceda la gracia de reconocer y acoger a los profetas actuales, aquellos que, con el espíritu de Elías y Juan el Bautista, nos invitan a preparar los caminos al que viene.

Que podamos escuchar su mensaje de amor, justicia y esperanza, y responder con generosidad y valentía a sus llamados.

Que, como verdaderos discípulos de Jesús, podamos ser instrumentos de cambio y transformación en nuestro mundo, preparando el camino para la llegada del Reino de Dios. Amén

14 de diciembre

 

Mateo 11,11-15

En este pasaje Jesús nos presenta la figura de Juan el Bautista como un ejemplo a seguir en medio de una cultura que busca la comodidad y el mínimo esfuerzo.

Juan, a diferencia de las expectativas de la sociedad de aquel entonces, vivía de forma sencilla y austera, sin preocuparse por los lujos y las comodidades materiales.

Jesús ensalza la importancia de Juan el Bautista, reconociendo su papel fundamental en la predicación de la conversión y el llamado al cambio.

Juan no se dejó llevar por la corriente de la facilidad, sino que fue valiente y decidido en su misión de preparar el camino para la llegada de Jesús.

En nuestra cultura actual, podemos sentir la presión de buscar la gratificación instantánea y el camino más fácil hacia nuestras metas y deseos.

Sin embargo, el llamado de Jesús a través de este pasaje es claro: no debemos escatimar esfuerzos en nuestra jornada de conversión y renovación espiritual.

Debemos ser consecuentes y estar dispuestos a enfrentar la violencia contra nosotros mismos, superando la rutina, la comodidad, los vicios y las pasiones que nos alejan de Dios.

En este tiempo de Adviento, es importante recordar el ejemplo de Juan el Bautista y también mirar a figuras como San Juan de la Cruz, un gran místico y poeta.

San Juan de la Cruz nos enseña la importancia de superar nuestras propias limitaciones y entregarnos plenamente a Dios en nuestro camino espiritual.

Sus escritos nos invitan a buscar la transformación interior y a no conformarnos con la superficialidad y la mediocridad.

Que este pasaje nos inspire a ser valientes en nuestra búsqueda de conversión y cambio, dispuestos a luchar contra las tendencias de nuestra cultura y a entregarnos plenamente a Dios.

Que podamos estar dispuestos a no escatimar esfuerzos en nuestro camino de Adviento, confiando en la fuerza de Dios que nos acompaña y nos fortalece en todo momento.

13 de octubre

 

Mateo 11,28-30

En este pasaje de Mateo 11,28-30, Jesús nos ofrece un mensaje de esperanza consuelo, especialmente en tiempo de Adviento. Sus palabras son un llamado a acercarnos a Él, a confiar en su poder sanador y a encontrar la paz que tanto anhelamos.

Jesús nos invita a todos, especialmente a aquellos que se sienten cansados y agobiados por las dificultades y preocupaciones de la vida. Él nos ofrece descanso y alivio para nuestras cargas, señalando que solo en Él podemos encontrar verdadera calma y sanación.

En este tiempo de Adviento, en el cual nos preparamos para el nacimiento de Jesús, estas palabras adquieren una especial relevancia. Nos recuerdan que Jesús se ha encarnado para asumir nuestras dolencias y liberarnos de aquello que nos esclaviza y agobia. Él está dispuesto a cargar con nuestras cargas y a aligerar nuestros fardos.

El yugo llevadero y la carga ligera de los que habla Jesús no implican renunciar a nuestro compromiso ni evadir nuestras responsabilidades. Más bien, nos invita a caminar junto a Él, apoyados en su amor y gracia, para llevar adelante la tarea de ayudar a los demás. Es en ese acompañamiento y servicio desde el amor que nuestras cargas se aligeran y encontramos fuerzas renovadas.

En este Adviento, reflexionemos sobre esta invitación de Jesús a acudir a Él con nuestras fatigas y preocupaciones. Aceptemos su oferta de descanso y paz, permitiendo que su amor y misericordia nos sanen y liberen de todo aquello que nos agobia.

Que en este tiempo de preparación para la Navidad, podamos acercarnos a Jesús con corazones abiertos, confiando en su poder sanador y encontrando en Él el descanso que necesitamos. ¡Ven, Señor Jesús, y aligera nuestras cargas.

 

12 de octubre

 Mateo 18,12-14

En el Evangelio de hoy, Jesús nos presenta la figura del pastor que se alegra al encontrar a la oveja perdida.

Este relato nos muestra la ternura y el amor de Dios por aquellos que están en dificultades y necesitan guía y orientación.

Jesús deja a las noventa y nueve ovejas seguras y va en busca de la oveja perdida, mostrando su deseo de salvar a todos y de que ninguno se pierda.

Esta parábola tiene un mensaje profundo para nuestra vida espiritual. Nos invita a ser una Iglesia en salida, como lo recalca el Papa Francisco, y a abrir nuestros corazones a las dificultades y necesidades de los demás.

Debemos estar dispuestos a buscar y ayudar a aquellos que están perdidos y desorientados, brindándoles apoyo, orientación y mostrándoles el sentido de la vida en Cristo.

Celebrar a Nuestra Señora de Guadalupe es una oportunidad para unirnos como comunidad de fe y reconocer la importancia de María como madre y protectora.

En ella encontramos un ejemplo de entrega, amor y compasión hacia los más necesitados.

Al unirnos a esta celebración, podemos renovar nuestra fe y comprometernos a seguir el ejemplo de María, acercándonos a aquellos que están en las periferias de la vida y llevándoles la esperanza y el amor de Cristo.

El pasaje evangélico de hoy nos invita a ser sensibles a las dificultades de los demás y a buscar a aquellos que están perdidos.

Celebremos a nuestra Señora de Guadalupe y pidámosle su intercesión para poder ser instrumentos de la ternura y el amor de Dios en el mundo.

Que tanto la parábola del pastor como el ejemplo de María nos inspiren a salir de nuestra comodidad y buscar a aquellos que necesitan encontrar el sentido de la vida en Cristo.

 

11 diciembre

 

San Lucas 5, 17-26

Este pasaje nos muestra cómo Jesús se anuncia y manifiesta de diversas maneras, pero también revela la importancia de estar dispuestos a aceptar su mensaje y su presencia en nuestras vidas. En este relato, Jesús realiza un milagro al sanar a un paralítico, demostrar su poder divino y capacidad de perdonar los pecados.

La reacción de las personas que presenciaron este milagro es una lección que podemos aplicar a nuestra propia vida espiritual. Algunos quedaron asombrados y glorificaron a Dios, reconociendo la grandeza de Jesús y su mensaje. Sin embargo, otros se resistieron a aceptar lo evidente y buscaron excusas para negar la verdad.

Esta tendencia humana de no querer aceptar lo evidente puede surgir por diversos motivos.

A veces, nuestros sentimientos, deseos o intereses pueden nublar nuestra visión y hacernos rechazar la presencia de Dios en nuestras vidas.

Podemos aferrarnos a nuestras propias ideas preconcebidas o preferencias, impidiendo así que la verdad de Jesús nos transforme y nos lleve a la plenitud.

Sin embargo, el mensaje fundamental de este pasaje es que Jesús sigue anunciándose de muchas maneras en nuestras vidas, llamando a nuestra puerta y esperando a ser aceptado.

Él está presente en los signos y milagros que ocurren a nuestro alrededor, en la belleza de la naturaleza, en las palabras de la Escritura y en los encuentros con nuestros hermanos y hermanas.

La invitación es clara: abrir nuestros corazones y mentes a la verdad de Jesús. Reconocer su presencia en nuestra vida y permitir que su amor y su gracia nos transformen.

No importa cuántas veces hayamos negado o resistido, siempre podemos acogerlo y decirle: ¡Ven, Señor Jesús!

Que este pasaje del Evangelio nos recuerde la importancia de estar atentos a las múltiples maneras en que Dios se manifiesta en nuestras vidas y nos impulse a abrirnos a su amor y verdad.

 

9 de diciembre

 

Mateo 9,35–10,1.5a.6-8

 En este pasaje del Evangelio vemos que Jesús muestra su compasión por las personas que se encuentran maltrechas y desalentadas. Él reconoce la necesidad de trabajadores dispuestos a anunciar la Buena Nueva y llevar el amor y la esperanza a aquellos que más lo necesitan.

En este texto, vemos cómo Jesús instruye a los Doce, dándoles poder y autoridad para hacer lo mismo que él hace. Los envía para proclamar que el reino de los cielos está cerca, tanto con sus palabras como con sus acciones. Este llamado no solo se aplicaba a los discípulos en aquel tiempo, sino que también es relevante para nosotros hoy en día.

A medida que nos acercamos a la temporada navideña, es importante detenernos y reflexionar sobre cómo estamos preparándonos para la venida de Jesús. Más allá de las compras, cenas y regalos, debemos preguntarnos si realmente nos estamos poniendo a disposición del Buen Pastor.

Jesús se conmueve ante la situación de las personas que sufren y espera que nosotros, como sus seguidores, también nos conmovamos y actuemos. Nos invita a salir de nuestra comodidad y a comprometernos con aquellos que están necesitados, brindándoles amor, comprensión y ayuda práctica.

Para poder responder a esta llamada, es fundamental cultivar una relación profunda con Jesús. Debemos nutrir nuestra vida espiritual a través de la oración, la lectura de la Palabra de Dios y la participación en los sacramentos. Solo así podremos escuchar su voz y ser conscientes de las necesidades de aquellos que nos rodean.

Además, es importante recordar que no estamos solos en esta misión. Jesús nos ha dado poder y autoridad a través del Espíritu Santo. Confiemos en esta fortaleza divina que nos capacita para llevar a cabo la obra de Dios en el mundo.

En este tiempo de Adviento, renovemos nuestro compromiso de prepararnos verdaderamente para la venida de Jesús. Dejemos de lado las distracciones del mundo y pongámonos a disposición del Buen Pastor. Que nuestra vida refleje su amor y misericordia, y que nuestras palabras y acciones proclamen la Buena Nueva del reino de los cielos.

Oremos juntos: Ven, Señor Jesús, no tardes en llegar. Ayúdanos a estar listos y dispuestos a recibirte con corazones abiertos y disponibles para cumplir tu voluntad. Amén.

Que Dios los bendiga abundantemente en esta temporada navideña y les conceda la gracia de ser buenos obreros en su viña.

 

 

 

 

 

 

8 de diciembre

 

Lucas 1,26-38

Hoy, en el Evangelio de Lucas 1,26-38, nos encontramos con la historia de la Anunciación, un momento trascendental en vida de María y en historia de la salvación. En este pasaje, vemos cómo Dios elige a una mujer humilde y llena de gracia para convertirse en la madre de su Hijo, Jesús.

María se convierte en la mujer nueva, la representante de la humanidad restaurada por la gracia de Dios. A diferencia de Eva, quien fue seducida por el pecado y trajo la desobediencia al mundo, María es presentada como la Mujer Inmaculada, libre de todo pecado desde su concepción. Esta es la idea que celebra la Iglesia Católica con la fiesta de la Inmaculada Concepción.

En la cultura panameña, también celebramos el Día de la Madre, una fecha especial en la que honramos y reconocemos el papel fundamental de las mujeres en nuestras vidas y en la sociedad. En este contexto, podemos reflexionar sobre el ejemplo de María como madre y como discípula fiel de Dios.

María nos enseña la importancia de la humildad y la disposición para decir "sí" a la voluntad de Dios. A pesar de la incertidumbre y los desafíos que enfrentaba, ella confió plenamente en la providencia divina y aceptó su papel como madre del Salvador. Su entrega total y su obediencia nos invitan a reflexionar sobre nuestra propia respuesta a la llamada de Dios en nuestras vidas.

La figura de María también nos recuerda el poder transformador de la gracia de Dios. A través de esa gracia, ella fue seleccionada y capacitada para cumplir una misión única en la historia de la salvación. Del mismo modo, Dios nos llama a cada uno de nosotros con un propósito y nos provee de la gracia necesaria para llevarlo a cabo.

En este día de la madre, recordemos a todas las mujeres que, al igual que María, desempeñan roles fundamentales en nuestras vidas y en la sociedad. Agradezcamos su amor incondicional, su sacrificio y su ejemplo de fe. En especial, honremos a nuestras madres y reconozcamos su labor como portadoras de vida y como modelos de entrega y dedicación.

Que el ejemplo de María y la celebración del día de la madre nos inspiren a ser personas humildes, dispuestas a seguir la voluntad de Dios en nuestras vidas y a valorar y honrar a las mujeres que nos rodean. Que, al igual que María, podamos decir "hágase en mí según tu palabra" y permitir que Dios actúe en nosotros y a través de nosotros. Ven, Señor, y renueva en nosotros la gracia de la maternidad y paternidad, para ser verdaderos colaboradores en la obra de la salvación.

 

7 de diciembre

 

Mateo 7,21.24-27

Este pasaje de Mateo nos presenta una enseñanza poderosa de Jesús acerca de la importancia de poner en práctica su Palabra y hacer la voluntad del Padre. En este texto, Jesús utiliza la imagen de dos fundamentos: uno construido sobre la roca y otro construido sobre la arena.

El primer lugar, Jesús nos advierte que no basta con decir "Señor, Señor", o tener conocimiento teórico de su enseñanza. Incluso aquellos que hacen milagros en su nombre pueden ser rechazados si no hacen la voluntad de Dios. La fe debe ir acompañada por obras, por una vida coherente con los mandamientos y enseñanzas de Jesús.

Además, Jesús nos compara con casas construidas sobre diferentes fundamentos. Aquellos que escuchan sus palabras y las ponen en práctica construyen sobre la roca, lo cual representa una vida estable y firme. Por otro lado, aquellos que escuchan pero no obedecen, construyen sobre la arena, lo cual representa una vida frágil y vulnerable a la adversidad.

La voluntad de Dios debe ser nuestra guía y nuestro fundamento. Jesús mismo nos enseña esto en la oración del Padre Nuestro, donde pedimos que se haga la voluntad de Dios en nuestras vidas. Al buscar y seguir la voluntad de Dios, estamos construyendo una base sólida para nuestra vida espiritual.

Por lo tanto, este pasaje nos llama a reflexionar sobre la importancia de vivir conforme a la voluntad de Dios. No sólo debemos creer en Jesús, sino también obedecer sus enseñanzas y ponerlas en práctica en nuestro día a día. La verdadera fe se manifiesta en acciones concretas, en amar y servir a los demás, en vivir de acuerdo a los valores del Reino de Dios.

Que la búsqueda de la voluntad de Dios sea la estrella que guíe nuestro camino y afiance sobre roca nuestra vida. Que cada día busquemos hacer la voluntad de Dios en todos los aspectos de nuestras vidas, confiando en que al edificar sobre su Palabra, seremos capaces de resistir las tormentas y desafíos que se presenten.

Ven, Señor, ayúdanos a ser fieles y obedientes a tu voluntad, para que podamos construir una vida sólida y firme en ti. Amén.

 

6 de diciembre

 

Mateo 15,29-3

El pasaje de Mateo nos presenta un hermoso ejemplo del corazón compasivo de Jesús hacia la multitud hambrienta que lo seguía. En este relato, vemos cómo Jesús muestra su preocupación tanto por la salud como por el alimento de las personas a su alrededor.

En primer lugar, Jesús muestra su preocupación por la salud de las personas al sanar a muchos enfermos que se le acercan. Él no solo los toca físicamente, sino que también toca sus corazones y sus vidas, trayéndoles curación y restauración. Nos enseña que Dios se preocupa profundamente por nuestra salud física y emocional, y que está dispuesto a intervenir en nuestras vidas para sanarnos y liberarnos.

Por otro lado, vemos cómo Jesús se preocupa por el alimento de la multitud. Ante la preocupación de los discípulos de cómo alimentar a tantas personas con tan poco pan y pescado, Jesús realiza un milagro, multiplicando esos pocos alimentos y alimentando a todos los presentes. Este acto de generosidad y provisión muestra la compasión y el cuidado de Jesús hacia las necesidades materiales de las personas.

Esta historia nos invita a reflexionar sobre nuestro propio corazón y nuestra actitud hacia los demás. ¿Tenemos un corazón grande como el de Jesús, que se compadece de la miseria humana? ¿Nos preocupamos por la salud y el bienestar de aquellos que nos rodean? ¿Estamos dispuestos a compartir y ser generosos con nuestros recursos, sabiendo que Dios puede multiplicarlos y suplir todo lo que necesitamos?

Ven, Señor, y ayúdanos a tener un corazón grande y compasivo como el tuyo. Que podamos ser sensibles a las necesidades de los demás, tanto físicas como emocionales. Que podamos ser instrumentos de tu amor y provisión en un mundo que sufre y tiene hambre de esperanza y reconciliación. Enséñanos a confiar en ti para suplir todas nuestras necesidades y a compartir generosamente lo que tenemos con los demás.

En este tiempo de Adviento, recordemos que Jesús vino al mundo no solo para salvarnos, sino también para mostrarnos cómo vivir y amar como él. Sigamos su ejemplo de compasión y generosidad, y permitamos que su amor transforme nuestras vidas y las vidas de aquellos que nos rodean.

Ven, Señor, y enséñanos a amar como tú amas. Amén.

5 de diciembre

 

5 de Diciembre

Lucas 10,21-24

Este evangelio de hoy nos invita a reflexionar sobre la manera en que Dios se revela a aquellos que son sencillos, humildes, pobres e ignorantes. En contraste, los sabios y poderosos a menudo pasan por alto lo que es realmente importante.

En este texto, Jesús alaba al Padre por haber revelado las cosas del Reino a los pequeños, a aquellos que se acercan a Él con sinceridad y humildad. Esta enseñanza nos muestra que el conocimiento de Dios no está reservado solo para los eruditos o los que se consideran superiores, sino que está abierto a todos aquellos que se hacen como niños, que renuncian a su autosuficiencia y reconocen su necesidad de Dios.

En nuestra sociedad actual, a menudo valoramos la inteligencia, el poder y el prestigio. Nos esforzamos por alcanzar el éxito y la grandeza en nuestras vidas, buscando reconocimiento y admiración. Sin embargo, este pasaje nos recuerda que la verdadera sabiduría y el encuentro con Dios se encuentran en la humildad y la sencillez de corazón.

Al reconocer nuestra propia limitación y dependencia de Dios, abrimos nuestras mentes y corazones para recibir su revelación y experimentar su amor y gracia de una manera más profunda. Al dejar de lado nuestro orgullo y prepotencia, nos hacemos receptivos a la presencia de Dios en nuestra vida y en los demás.

En este tiempo de Adviento, es un recordatorio poderoso para despojarnos de nuestra autosuficiencia y acercarnos a Dios con humildad y apertura. Reconozcamos nuestra necesidad de Él y permitámosle revelarse a nosotros en los detalles sencillos y humildes de nuestra vida diaria.

Ven, Señor Jesús, y conviértenos a ti. Ayúdanos a ser como niños, humildes y abiertos a tu revelación. Que podamos reconocerte en los pequeños detalles y en aquellos que nos rodean. Que nuestra búsqueda de conocimiento y poder esté siempre enraizada en un corazón humilde y dispuesto a servir. Amén.

 

4 de diciembre

Mateo 8,5-11

Este hermoso pasaje nos invita a reflexionar en este primer lunes de Adviento. En este texto, se nos habla de la importancia de la fe y la humildad en nuestra espera y esperanza en la venida del Reino de Dios.

Adviento, como bien sabemos, es un tiempo de preparación y expectativa. Es el momento en el que aguardamos con fe y esperanza el cumplimiento de la promesa divina, el nacimiento de nuestro Salvador, Jesucristo.

En este contexto, Jesús elogia la fe del centurión que se acerca a Él con humildad para pedir ayuda para su siervo. Esta actitud de confianza y reconocimiento de la autoridad y poder de Jesús es lo que nos invita a imitar en nuestra propia vida.

El milagro que Jesús realiza al sanar al siervo del centurión es un signo evidente de que el Reino de Dios está presente y se está manifestando en medio de nosotros. Nos muestra que, cuando nos acercamos a Jesús con fe y humildad, somos capaces de experimentar su poder transformador en nuestras vidas y en las de aquellos que amamos. 

En este primer lunes de Adviento, te invito a reflexionar sobre cómo podemos ser capaces de reconocer los signos que anuncian la llegada de Su reino entre nosotros. En este tiempo de espera, pongamos nuestra confianza en Él y abramos nuestros corazones para recibir su gracia y amor.

Ven, Señor Jesús, y haznos capaces de vivir con fe y esperanza en esta temporada de Adviento. Que tu presencia sea palpable en nuestras vidas y que podamos experimentar el cumplimiento de tus promesas. Amén.