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23 de octubre

 

San Lucas 12,13-21

Lo que impresiona de las personas cuando se encierran en sus bienes y no miran a los demás, es su egoísmo. Se ponen en el centro, se miran el ombligo, y los otros no existen. O si existen son para usarlos. Así no solo cosifican los bienes sino también a las personas. Son personajes de terror. El egoísmo lleva a la soledad. Nadie está tan solo como un hombre ahogado por sus bienes. Su voz tiene el sonido de los billetes, porque solo habla de plata y de números. El que hace un dios del dinero siempre habla de su dios. El único lazo estrecho es con sus bienes materiales. Y así queda prisionero, atrapado por los bienes. Más que poseer bienes, termina poseído por sus bienes.

Los bienes, en lugar de ser vehículos de comunicación, de relación con los otros, para él son cosas para acumular y conservar. En este caso en vez de ser los bienes un medio, se convierten en un fin.

Así en vez de ayudarnos nos destruyen, y uno queda encarcelado. Termina detrás de los barrotes de una prisión, encerrado y sin libertad. El don más hermoso que Dios nos regala es la libertad.

 Que no tienen los animales. Solo las personas tenemos libertad, pero muchas veces nos queda grande y no la sabemos usar. Creados para la libertad caemos en el libertinaje. Creados para el amor caemos en el odio. Creados para servir a los demás terminamos sirviéndonos de los demás. Creados para usar los bienes son los bienes quienes nos usan a nosotros.

Jesús a este tipo de hombres los llama necios. Cuando le dice que esta noche vas a morir, ya estaba muerto desde hacía mucho. Porque personas así son muertas en vida. La ambición las va matando. Encerradas en su ambición de poseer no ven a los demás. Piensan que el dinero les dará felicidad y vida. Y terminan cosechando desdicha y muerte. Ven su propio yo, y no ven un “tú”. Están llenos de bienes y dinero, pero están vacíos por dentro y hasta con angustia existencial. Además, al morir dejamos todo. El papa Francisco dijo que nunca vio un cortejo fúnebre y detrás el camión de mudanzas llevando sus cosas. Las cosas como las personas tienen un límite, nada ni nadie son eternos, y siempre nos dejarán insatisfechos.

…Para poseer un bien, no hay que establecer una relación posesiva, sino de libertad. Solamente teniendo las manos vacías y libres, se pueden poseer las cosas y disfrutarlas sanamente. El egoísta acumula para sí, el generoso comparte con los demás. ¿Dónde nos ubicamos en la vida?