Páginas

24 de octubre

 

San Lucas 12, 35-38

Hoy, 24 de octubre, celebramos a San Antonio María Claret, nacido en Barcelona (España), en 1807. En su juventud fue obrero textil, razón por la que se le considera patrón de los tejedores y de la industria textil de Cataluña. Desde pequeño se destacó por su amor a la Eucaristía y a la Virgen María.

 De hecho, Antonio profesaba un gran amor por la Madre de Dios y la tenía como protectora. Un día, siendo muy joven, fue de paseo a la playa con unos amigos. De pronto, mientras caminaba por la orilla, fue arrastrado mar adentro por una ola muy grande. Como no sabía nadar, empezó a ahogarse. Preso del pánico, alcanzó a gritar: “Virgen Santa, sálvame”.

De pronto, -no sabía bien explicar cómo- estaba de regreso en la orilla, sano y salvo. Siempre que Antonio recordaba el episodio, decía que había sido la Virgen quien lo había salvado.

Años más tarde el joven catalán ingresa al seminario y es ordenado sacerdote en 1835. Primero asumió un cargo parroquial, pero su deseo más grande era ser misionero. Una vez que fue dispensado del encargo recibido, empezó a predicar el Evangelio, primero en las periferias de Cataluña y luego en las Islas Canarias.

 En 1849 fundó la Orden de los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María, hoy conocidos como “claretianos”. También fue fundador de la Congregación de Religiosas de María Inmaculada (Misioneras Claretianas).

Posteriormente Antonio María fue enviado a Cuba por pedido del Papa, donde llegó a ser arzobispo de Santiago de Cuba. Allí trabajó en el reordenamiento de la vida eclesial -la arquidiócesis había estado sin pastor por más de una década.

De regreso a Europa continuó escribiendo textos relacionados a la fe y la doctrina, así como textos espirituales propicios para la formación de los sacerdotes y religiosos.

En uno de ellos hace explícita su devoción y confianza en nuestra Madre: “Rezadle el Santo Rosario todos los días con devoción y fervor, y veréis como María Santísima será vuestra Madre, vuestra abogada, vuestra medianera, vuestra maestra, vuestro todo después de Jesús".

Murió en Francia  en  1870.

Fue beatificado por Pío XI el 25 de febrero de 1934 y el 7 de mayo de 1950 fue canonizado por Pío XII.