San Lucas
11, 1-4
Hoy
celebramos a San Juan XXIII, nació en Italia en 1881. Desde muy joven se sintió
atraído por el servicio sacerdotal. Así, ingresó al seminario y fue ordenado
sacerdote en 1904.
Durante la Segunda Guerra Mundial, siendo
Obispo, ayudó a salvar la vida de muchos judíos perseguidos por los nazis,
haciendo uso del “visado de tránsito” de la Delegación Apostólica bajo su
jurisdicción. En 1953 fue creado Cardenal y a la muerte de Pío XII, en 1958,
fue elegido Sumo Pontífice por el colegio cardenalicio.
Con el
tiempo se ganó el apelativo de “Papa Bueno”, gracias a sus evidentes cualidades
humanas -poseía un gran sentido del humor y un don de gentes singular-; pero
principalmente a que su aspecto bonachón y su sonrisa perenne reflejaban su
alma deseosa de vivir las virtudes cristianas en todo momento.
El mundo
entero -en épocas convulsionadas- se convirtió en testigo de su santidad.
Mientras algunos líderes mundiales convocaban al enfrentamiento, la violencia y
la guerra, Juan XXIII enviaba un mensaje totalmente opuesto: las gentes veían
en él al pastor humilde, atento, decidido, valiente, sencillo y activo.
Mientras los
movimientos contraculturales e ideológicos alzaban las banderas de la subversión
de los valores y principios tradicionales, San Juan XXIII también llamaba al
cambio, pero sin desconocer la riqueza del pasado condensada en la tradición
cristiana.
La Iglesia, gracias a su magisterio, se
convirtió en una voz que era escuchada, en un faro que iluminaba las nuevas
tinieblas que aún hoy ensombrecen a la sociedad contemporánea.
Juan XXIII
marcó, además, el derrotero que seguirían los posteriores pontífices: el
diálogo con la cultura secular, el ecumenismo y la búsqueda de la paz. Como
parte de ese magisterio pontificio están las famosas encíclicas “Pacem in
terris” (sobre la paz entre los pueblos) y “Mater et magistra” (sobre la
cuestión de los trabajadores).
En ese marco
magisterial y misionero, de una Iglesia abierta al mundo para redimirlo en
Cristo, San Juan XXIII quiso convocar un concilio para poner a la Iglesia a
tono con los nuevos tiempos, siempre fiel al Evangelio, pero renovada en su
propuesta. Así, el Papa Roncalli convocó el Concilio Vaticano II, inaugurado el
11 de octubre de 1962. Este fue sin duda, el mayor acontecimiento en la vida de
la Iglesia durante el siglo XX, cuya proyección alcanza al nuevo milenio.
Con el paso del tiempo, los católicos somos
cada vez más conscientes de lo oportuno del concilio, del Aggiornamento
(actualización) que exigía el Espíritu Santo para fortalecer a la Iglesia y
potenciar su misión evangelizadora.
San Juan
XXIII fue llamado a la Casa del Padre el 3 de junio de 1963. El Papa San Juan
Pablo II -heredero de la riqueza del Concilio- lo beatificó en el año 2000 y el
Papa Francisco lo canonizó en abril del 2014.