Páginas

9 de agosto

 


San Mateo 15, 21 – 28

 

Hoy La palabra nos muestra este encuentro de Jesús con una mujer que se acerca para pedirle por su hija. Meditemos algunas actitudes que podemos llevar a nuestra propia vida de fe y a nuestro día a día.

 

En primer lugar, Anímate a interceder.

 

Vemos a esta mujer pagana que se acerca a Jesús, una mujer que estaba muy preocupada por el sufrimiento de su hija, de lo más valioso que tenía. Observemos qué bonita esta actitud: el acercarse al Señor para pedir por otro. Seguro que tu oración tiene mucho de esto, pedir por la gente que queremos, que tenemos cerca, por la gente que uno ama. Eso se llama intercesión y es una oración muy fuerte, porque la motivación es el amor. Así que nunca desconfíes o dudes del poder de la intercesión: Dios siempre escucha la súplica confiada. Nunca te canses de pedir por los demás porque seguramente hay alguien que pide por ti.

 

En segundo lugar, aprende  a postrarte.

 

Dice el evangelio que esta mujer se postró. Creo que muchas veces en nuestra oración nos falta eso. Nos falta más rodilla frente a Jesús. Y no estamos hablando de la actitud física, eh, sino más bien de un postrarnos espiritualmente. Quien se postra reconoce que quien tiene delante es más grande, quien se postra es humilde y reconoce que solo no puede, quien se postra, aprende a confiar. Por eso, ¿cómo está siendo tu oración? ¿Estás reconociéndote necesitado de Dios o piensas que cuando rezas le estás haciendo un favor al Señor?

 

Por último, persevera.

Otra actitud de esta mujer era que gritaba. Le gritaba a Jesús: “¡Ten piedad de mí!”. No se callaba, pero no imponiendo, sino insistiendo. La súplica de esta mujer estaba llena de perseverancia. Es algo que tenemos que imitar: no cansarnos de orar. A veces no vemos frutos y bajamos los brazos. Pensamos que Dios no nos escucha, que no puede obrar en nuestras vidas. Muchos no conocemos lo que Dios puede hacer. A veces, como en el evangelio de hoy, Dios aparece como sordo, pero permite esto para que aumentes tu fe y perseveres.  Aunque no veas resultados, aunque parezca que Dios no te escucha, persevera. Pensemos en santa Mónica, que oró treinta años hasta que su hijo se convirtió. Por eso qué lindo lo que dice el Señor: “Qué grande es tu fe”. Reza siempre, porque Dios sigue ahí. Que tu fe sea constante en el seguimiento de Jesús.