San Juan 12,
24-26
El Señor nos
invita a descubrir que, así como el grano de trigo nosotros debemos aprender a
morir para no quedar solos. Cuantas
veces encontramos en el camino de nuestras vidas gente que vive en la profunda soledad,
gente que se encuentra en esa soledad que lo angustia o tal vez puede ser que
nosotros nos encontremos en esta misma situación.
Cuanta gente que se ha quedado sola, cuanta
gente que se siente sola en la vida y tal vez la soledad del corazón del hombre
viene de justamente de no haber sabido morir como el grano de trigo, de no
haber sabido dejar ciertas cosas, abandonar ciertas cosas; morir a nosotros
mismo para nacer a la vida nueva, a la vida de Dios o también morir a nuestros
caprichos para dejar que los demás sean nuestra propia vida.
Por eso tal
vez sea interesante preguntarte en este día ¿Cuáles son las cosas a las que
debes morir? ¿Cuáles son las cosas que te cuestan dejar que te cuestan
abandonar? ¿Cuáles son las cosas que
como el grano de trigo debes dejar morir para que no te quedes solo para que
den muchos frutos, para que vivas entregado a los demás?
San Lorenzo,
el Santo que celebramos hoy, justamente entrego su vida como grano de trigo y
por eso ha sido reconocido y valorado por toda la Iglesia desde los principios como un Santo que nos
enseña con su testimonio, con su ejemplo a amar al Señor sobre todas las cosas.
Que interceda por nosotros en este día y que nos ayude también a ser Mártires
con el testimonio de cada día.
San Lorenzo
fue uno de los siete diáconos de Roma, formaba parte del grupo de hombres de
confianza del Papa San Sixto, y se encargaba de distribuir las ayudas a los más
necesitados de la ciudad.
Antes de que
el cristianismo estuviese aceptado, el emperador Valeriano publicó un decreto
que ordenaba la persecución y asesinato de todos los que se declarasen
cristianos. Uno de los asesinados fue el Papa San Sixto, que estaba celebrando
una misa en un cementerio de Roma el 6 de agosto, cuando le mataron junto a
cuatro de sus diáconos. Cuatro días después matarían a San Lorenzo. La
tradición cuenta que San Lorenzo, después de saber que habían asesinado al Papa,
recogió todo el dinero y los bienes que la Iglesia tenía en Roma y los repartió
entre los pobres y enfermos de la ciudad.
El dirigente
de Roma mandó que lo mataran. Le metieron en una parrilla de hierro y le
pusieron en el fuego hasta que murió calcinado. La leyenda cuenta que, en su
martirio, mientras ardía, el Santo pidió que le dieran la vuelta para arder por
los dos lados.