San Mateo
18, 21-35.19,1
Me parece
que el evangelio de hoy tiene una clave fundamental a partir de la cual podemos
entender todo y es que nosotros no somos dueños del perdón. Somos meros
administradores. Es decir, el perdón es algo a lo cual nosotros no tenemos
derecho. No es algo que a nosotros nos pertenece y entonces de alguna manera
nosotros podemos dar a nuestro antojo porque nosotros queremos y según nuestra
propia voluntad
El perdón es
algo que nosotros administramos y porque
no nos corresponde por derecho propio sino porque lo hemos recibido. De esta
manera nosotros somos administradores del perdón
Esto
significa fundamentalmente que porque hemos recibido perdón de parte de otros y
de Otro con mayúscula que es Dios es que nosotros también en esa medida podemos
otorgar el perdón. Cuando sólo hacemos una linda experiencia de reconciliación,
de sanación, de liberación profunda incluso de las heridas hondas de nuestra
vida, nos damos cuenta que también nosotros podemos hacer eso con los demás:
podemos desatar nudos; podemos también reparar heridas; también podemos ofrecer
el perdón de nuestro corazón sinceramente porque alguien ya nos lo dio a
nosotros.
El primer
acontecimiento fundamental de nuestra vida lo tenemos con Dios: todo lo que
hace Dios con nosotros es misericordia. Todo lo que hace Dios con nosotros es
perdón. Todo lo que hace Dios con nosotros es liberamos profundamente y
definitivamente del poder del pecado.
Decir que si
hay alguien que perdona definitivamente nuestros pecados y si hay alguien que
nos reconcilia con nosotros mismo, con nuestros hermanos y con Dios ese es
Jesucristo.
Entonces
nosotros de esta manera podemos también “copiar sanamente”este modelo de
ternura y misericordia de parte de Jesús que manifiesta este rostro de Dios. Es
decir, nosotros nos podemos sentir llamados a entregar perdón, a hacernos
misericordiosos, hacernos tiernos, a tener la misma misericordia que Dios ha
tenido con nosotros y que nos permite en
definitiva desarrollar una de las capacidades por la cual nosotros más nos
parecemos a Dios: Perdonar
Perdonar que
es mucho más que olvidar. Perdonar que es mucho más que renunciar al derecho a
la venganza o a tomar partido por alguna de las partes o encasillarme en mis
propios caprichos. Perdón que significa ser capaz de reconstituir la vida y de
poder ir más allá y de mirar más lejos del dolor de la herida del sufrimiento
tanto el que me causaron a mi como quizás también el que yo he causado.