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12 de agosto

 


San Mateo 17, 14-20

 

Hoy vemos que ante la aflicción de un hombre que va hasta Jesús y cae de rodillas pidiendo por su hijo se despierta la reacción de Jesús. El hombre ya había presentado el caso a los discípulos de Jesús y sin demasiados detalles dice que no habían podido lograr la sanación.

 

Es cuando Jesús toma la iniciativa, hace que se lo lleven y lo alivia liberándolo.

 

Constatando la acción sucede la pregunta de los discípulos y ¿por qué nosotros no pudimos? Lo que desencadena el núcleo del texto de hoy: la fe.

 

 

Es ahí donde Jesús va a desafiar a sus discípulos a la confianza en Él que llama, fortalece y envía a hacer el bien. No la fe en cuanto actitud mágica que obrará por capricho, para lucirse o para ahorrar la cruz, sino aliviando a otros.

 

Cuando miramos la vida de grandes de fe: Brochero, Juan Pablo II, la Madre Teresa cuánto alivió, cuánto bien prodigaron a su alrededor afianzados en una fe inmensa pero vivida en el horizonte de la caridad a los demás.

 

Que la Palabra de hoy, el testimonio de estos u otros testigos de la fe robustecida en Cristo que alivia, nos sacuda y nos anime a dar más y mejor ante tanta vida postrada que espera como dice el documento de Aparecida: Discípulos y misioneros para que nuestros pueblos en él tengan vida.