San Mateo 17, 14-20
Hoy vemos
que ante la aflicción de un hombre que va hasta Jesús y cae de rodillas
pidiendo por su hijo se despierta la reacción de Jesús. El hombre ya había
presentado el caso a los discípulos de Jesús y sin demasiados detalles dice que
no habían podido lograr la sanación.
Es cuando
Jesús toma la iniciativa, hace que se lo lleven y lo alivia liberándolo.
Constatando
la acción sucede la pregunta de los discípulos y ¿por qué nosotros no pudimos?
Lo que desencadena el núcleo del texto de hoy: la fe.
Es ahí donde
Jesús va a desafiar a sus discípulos a la confianza en Él que llama, fortalece
y envía a hacer el bien. No la fe en cuanto actitud mágica que obrará por
capricho, para lucirse o para ahorrar la cruz, sino aliviando a otros.
Cuando
miramos la vida de grandes de fe: Brochero, Juan Pablo II, la Madre Teresa
cuánto alivió, cuánto bien prodigaron a su alrededor afianzados en una fe
inmensa pero vivida en el horizonte de la caridad a los demás.
Que la
Palabra de hoy, el testimonio de estos u otros testigos de la fe robustecida en
Cristo que alivia, nos sacuda y nos anime a dar más y mejor ante tanta vida
postrada que espera como dice el documento de Aparecida: Discípulos y
misioneros para que nuestros pueblos en él tengan vida.