San Marcos
3,22-30.
Ante Jesús
nadie puede permanecer indiferente o neutral, o se lo acepta y se lo sigue
radicalmente, o simplemente se lo rechaza.
El evangelio
de hoy nos presenta como los fariseos, envidiosos por el poder y el prestigio
que Jesús tenía entre la gente, ya no sabían qué hacer para desacreditarlo;
entonces se les ocurre decir que Jesús hacía prodigios porque tenía el poder de
Satanás, y que expulsaba demonios con el mismo poder. Jesús responde que
Satanás no puede expulsar a sus propios discípulos. Porque si en un reino hay
divisiones ese reino se viene abajo.
Jesús
provocaba admiración en la gente no sólo por sus palabras, sino también por sus
prodigios, porque su presencia sanaba, liberaba, restablecía a los seres
humanos enfermos y dominados por todo tipo de males.
El poder de
Dios hace el bien, las fuerzas del mal sólo destruyen y enferman al hombre.
Por eso
seguir a Jesús es apostar siempre por el bien, tanto tuyo como el de tus seres
queridos. Seguir a Jesús es apostar por un mundo mejor, ilusionarse con el
Reino de los Cielos.
Uno piensa a
veces que todo está mal, y no es así; en ti hay muchas cosas hermosas que el
Señor te dio y que uniéndolas a otros personas, juntos se puede hacer mucho bien.
Por eso no
te acostumbres a lo negativo, al “todo está mal y no se puede hacer nada”, al
“nada cambia”, “todo está peor”…etc. No es así. A pesar de las trabas que le
ponían a Jesús, él seguía haciendo el bien, ayudando al que lo necesitaba. Si
lo sigues a Jesús tienes que apostar siempre por el bien, sin
desilusionarse ni cansarse…