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23 de enero

 

San Marcos 3,22-30.

Ante Jesús nadie puede permanecer indiferente o neutral, o se lo acepta y se lo sigue radicalmente, o simplemente se lo rechaza.

El evangelio de hoy nos presenta como los fariseos, envidiosos por el poder y el prestigio que Jesús tenía entre la gente, ya no sabían qué hacer para desacreditarlo; entonces se les ocurre decir que Jesús hacía prodigios porque tenía el poder de Satanás, y que expulsaba demonios con el mismo poder. Jesús responde que Satanás no puede expulsar a sus propios discípulos. Porque si en un reino hay divisiones ese reino se viene abajo.

Jesús provocaba admiración en la gente no sólo por sus palabras, sino también por sus prodigios, porque su presencia sanaba, liberaba, restablecía a los seres humanos enfermos y dominados por todo tipo de males.

El poder de Dios hace el bien, las fuerzas del mal sólo destruyen y enferman al hombre.

Por eso seguir a Jesús es apostar siempre por el bien, tanto tuyo como el de tus seres queridos. Seguir a Jesús es apostar por un mundo mejor, ilusionarse con el Reino de los Cielos.

Uno piensa a veces que todo está mal, y no es así; en ti hay muchas cosas hermosas que el Señor te dio y que uniéndolas a otros personas, juntos  se puede hacer mucho bien.

Por eso no te acostumbres a lo negativo, al “todo está mal y no se puede hacer nada”, al “nada cambia”, “todo está peor”…etc. No es así. A pesar de las trabas que le ponían a Jesús, él seguía haciendo el bien, ayudando al que lo necesitaba. Si lo sigues  a Jesús tienes  que apostar siempre por el bien, sin desilusionarse ni cansarse…