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21 de enero


 San Marcos 3, 20-21

La familia desempeña un papel importante en todas las vidas. Nuestro evangelio de hoy detalla una forma en la que nuestros seres queridos pueden ayudarnos a mantenernos a raya, y cómo podemos ayudar a establecer límites con ellos.

Entramos en un punto del Evangelio en el que Jesús se ha comprometido tanto con su enseñanza que no se ha permitido tiempo ni siquiera para comer.

 Hoy en día, somos cada vez más conscientes de la importancia del autocuidado y de sus múltiples formas.

 Ingerir regularmente alimentos nutritivos es una forma significativa de hacerlo. Los seres queridos de Jesús se preocupan por él porque perciben que Jesús tiene tal falta de tiempo personal que no ha comido.

 Los siguientes versículos del evangelio de Marcos muestran cómo los discípulos llegan a decir que Jesús está fuera de sí y poseído por el diablo.

Ahora, desde la perspectiva de los discípulos, están tratando de recordarle a su amigo, Jesús, que a veces necesita ponerse a sí mismo en primer lugar.

 Esta es una lección importante que debemos aprender. Tenemos la responsabilidad ante nosotros mismos de cuidar bien de los cuerpos y las vidas que Dios nos ha regalado

Sabemos que Jesús escucha este consejo, pero ¿Qué hace con él? Lo aprecia, pero lo rechaza respetuosamente y enseña una lección.

Si seguimos leyendo, veremos que Jesús convoca a la gente y explica amablemente que Él no está loco (es decir, no está poseído por el diablo), porque ¿Cómo podría poseer el poder de expulsar demonios si Él mismo estuviera poseído? Jesús subraya la importancia de la unidad familiar. Creo que esto es crucial. Está pidiendo a su familia, a los discípulos, que estén con Él y con las decisiones que está tomando.

 Valora la preocupación de sus seres queridos, pero también se mantuvo firme en sus propias creencias explicándoles su versión.

Esta es la segunda lección importante. Cuando nos enfrentamos a dificultades en el seno de una familia, debemos poner límites, y hacerlo con compasión, pero con firmeza.

Por último, recuerdo que la familia no la determina la sangre. Nosotros elegimos a nuestra familia.

 Podemos elegir a las personas genéticamente emparentadas con nosotros, o no.

En esta escritura, Jesús deja muy claro que los discípulos son sus compañeros, y todos los que hacen la voluntad de Dios son familia para Él. No todos hemos sido bendecidos con una familia nuclear sana. A veces, tenemos que buscar una. Me gustaría animar a quienes se encuentran en esta situación a que se sientan fortalecidos, en lugar de agobiados, por esta elección.

Aquellos que son una verdadera familia se dan a conocer, y nunca debemos olvidar que todos tenemos una familia en Cristo y sus seguidores.