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18 de enero

San Marcos 3, 1-6

En el evangelio vemos que Jesús elevó nuestra comprensión del poder celestial a otro nivel.  Esta historia es mucho más que una mano seca, que cambia una vida para siempre a través de una curación milagrosa.  Jesús fue capaz de ver dentro de los corazones de los fariseos, para entender cómo se habían perdido la parte más importante del amor.

 Jesús utilizó este milagro para lograr mucho más que bendecir a un hombre y a su familia.  ¿No es esa la lección que encontramos repetida a lo largo de la Biblia? 

Dios llega a cada uno de nosotros en muchos niveles con cada historia del Antiguo y Nuevo Testamento.

 Este hecho por sí solo da testimonio de la importancia crítica de pasar tiempo en Su Palabra todos los días.  Esta historia no termina con la pregunta de Jesús a los fariseos: "¿Es lícito hacer el bien en sábado en vez de hacer el mal, salvar la vida en vez de destruirla?".

 Esa pregunta retórica no sólo llega al corazón de los fariseos, sino también al mío.  Parece sugerir una vez más que Jesús tiene una comprensión del amor ágape mucho más profunda que la mía.  Algo en lo que debo trabajar continuamente, porque Jesús los miraba con ira mientras se dolía de la dureza de su corazón.  Esa parece ser la definición del amor de Jesús.  El tipo de amor que da esperanza a mi vida rota, a mi corazón roto.

Querido Padre Celestial, tu Palabra es tan asombrosa, tan poderosa.  Contiene la impactante sabiduría que tan desesperadamente necesito.

 Gracias por tu paciencia así como por el tiempo que nos das para pasar contigo cada día, escuchándote y estudiando.

 Ayúdame a convertirme en el hombre que has creado para que sea.  En el nombre de nuestro Señor y Salvador, Jesucristo. Amén