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6 de diciembre

San Mateo 18, 12-14

San Mateo nos ofrece el tema de la oveja que se pierde. Una parábola no es una enseñanza que recibir de forma pasiva o que relegar en la memoria, sino que es una invitación para participar en el descubrimiento de la verdad.

 Jesús empieza diciendo: “¿Qué les parece?” Una parábola es una pregunta con una respuesta no definida. La respuesta depende de nuestra reacción y de la participación de los oyentes. Tratemos de buscar la respuesta a esta parábola de la oveja perdida. 

 Hoy sin dudas, el tema de este texto no es la preocupación de perder o ganar una oveja, sino la alegría de Dios que sale en nuestra búsqueda y nos trae en sus brazos. Pensemos, en nuestro silencio interior, cuánto valemos para Dios, porque somos capaces de brindarle alegría al estar con él.

A los primeros a quien Cristo Jesús quiere salvar en este Adviento es a nosotros mismos. Tal vez no seremos ovejas descarriadas, pero puede ser que tampoco estemos en un momento demasiado fervoroso en nuestro seguimiento del Pastor. Todos somos débiles y a veces nos distraemos del camino recto. 

Cristo nos busca y nos espera. No sólo a los grandes pecadores y a los alejados, sino a nosotros, los cristianos que le seguimos con un ritmo más intenso, pero que también necesitamos el estímulo de estas llamadas y de la gracia de su amor.

Somos nosotros mismo los invitados a confiar en Dios, a celebrar su perdón, a aprovechar la gracia de la Navidad. El que está en actitud de Adviento es Dios para con nosotros. Él se alegrará inmensamente si volvemos a Él.

Pero también nos enseña el evangelio a salir al encuentro de los demás, a ayudarles a salir de su desierto del alejamiento de Dios. Tal vez depende de nuestra actitud el que otras ovejas regresen al redil de Cristo en este Adviento. No tanto por nuestros discursos, sino por nuestra cercanía y acogida.

Hoy, ¿me encuentro en la situación de «oveja perdida» o entre las ovejas que esperan a que el pastor vuelva con la que se perdió? ¿Me alegro de su regreso?