5 de diciembre
San Lucas 5, 17-26
El evangelio de hoy es un texto riquísimo, incluso en los
detalles; los personajes son tan fuertes como la situación de romper tejas,
bajar camillas, etc. Hay un grupo determinado para un resultado milagroso – los
amigos y el paralítico, hay un grupo que quiere probar a Jesús y éste en medio
de los dos.
Sin embargo, hoy no
hablaremos del milagro en sí (aunque es ciertamente increíble). Fijaremos la
mirada en esos amigos «portadores esperanza» que transportaban la camilla del
enfermo. ¡Qué buenos amigos eran! dejando de lado la curiosidad que significaba
tener a Jesús en la aldea prefirieron ayudar al amigo impedido.
Ellos, seguramente ya
conocían al Maestro y su confianza y fe en él era grande, por lo que no dudaron
en vencer obstáculos que tenían por delante para acercar al enfermo a Jesús.
El Señor se tiene que
haber sentido gratamente impresionado por la audacia de estos buenos amigos que
no se echaron atrás ante las primeras dificultades, ni lo dejaron para otra
ocasión más oportuna.
¡Qué gran lección para los que nos consideramos cristianos!
En este tiempo de adviento se nos llama a una espera activa, pues en nuestro
caminar, al igual que los amigos del relato, también encontraremos situaciones
complejas, resistencias más o menos grandes, que estamos llamados a superar con
fe y astucia para que se obre el milagro de Dios.
En esta segunda semana de adviento, llamados a ser
portadores de esperanza, nos podemos preguntar ¿sería capaz de ayudar a «ese paralítico»
que necesita de mi amistad comprometida e ingeniosa? ¿Tengo tanta fe?