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25 de noviembre


 San Lucas 21,29-33.

Ya se nos está terminando el año, y ya se nos termina el año litúrgico, ya en unos días comenzamos el adviento, este tiempo de preparación gozosa a la Navidad, y el evangelio de Jesús sigue con esta tonalidad escatológica del fin de los tiempos y una vez mas Jesús nos da otra máxima para nuestra vida, otro principio para el corazón, del que tenemos que recordar y vivir siempre.

Escuchen: –“El cielo y la Tierra pasaran, pero mis palabras no pasaran”. ¡Que grande Jesús! ¿No? Jesús es Dios, por eso tiene pretensiones de eternidad en nuestro corazón.

Nosotros podemos jugar con esta frase y decir: -las modas pasaran, las ideologías pasaran , mis caprichos pasaran, mis idas y venidas pasaran, mis problemas familiares pasaran, mis problemas de estudio pasaran, aquellas cosas que no resuelvo pasaran; pero las Palabras de Jesús, no pasaran nunca, ¡que fantástico! ¿No? Poder descubrir que cuando nosotros abrazamos en la Fe la palabra de Dios, estamos abrazando algo novedoso pero a la vez tan firme, tan estable en el que podemos cimentar nuestra vida.

Nuestra vida ya no está sujeta a los vaivenes de la moda, de las ideologías, de los caprichos, de las locuras mías o ajenas. Sino que mi vida puede estar firme en la Palabra cariñosa y amorosa de Jesús. Ahí tenemos que poner el corazón, en las palabras amorosas, cariñosas, esperanzadoras de Jesús. “El cielo y la tierra pasaran, pero mis palabras no pasaran”, nos dice Jesús.