Páginas

11 de abril


 San Juan 12,1-11

Con este Evangelio, la liturgia nos avisa que estamos entrando en los días capitales de la vida y misión de Jesucristo, él mismo también lo sabe y nos lo hace saber: “ella tenía reservado este perfume para el día de mi sepultura –dice el Señor-… a mí no me tendrán siempre con ustedes”.

Ante esta situación crítica, Judas Iscariote muestra lo peor de sí, el cálculo interesado. Mezquino y egoísta, Judas está preocupado por la alcancía. Te equivocas Judas, te equivocas. Cuando hay un hermano sufriendo, cuando un hermano va a la Cruz, cuando un hermano está en situación de muerte: hay que romper la alcancía, hay que suspender los cálculos, hay que acabar con las cuentas… Hay que hacer como María de Betania, hay que darle rienda suelta a la caricia, al derroche de amor, a la compasión. ¡Ay de nosotros, si delante de un hermano crucificado sacamos la calculadora y archivamos el amor!

En este sentido, ante el gesto de cariño y cercanía de María, no podemos menos que dejarnos interpelar y preguntarnos cada uno de nosotros: ¿Cuál será hoy nuestro gesto de amor para con el Señor? ¿Qué caricia vamos a ensayar en esta semana Santa para con él? ¿Cuál será el signo con que vamos a manifestarle nuestra compañía, nuestro cariño, nuestra compasión?

Jesús mismo nos avisa dónde nos espera hoy: en los pobres. Jesús ha elegido permanecer para siempre en ellos, por eso les dice a los discípulos que si bien ayer el gesto era para con él, hoy nuestros gestos de amor deben ser para con los pobres, que estarán siempre a nuestro lado, como presencia viva del Cristo Crucificado. ¿Queremos acompañar al Señor en esta semana Santa? ¿Queremos acariciar al Señor en su hora de crucifixión? ¿Queremos tener gestos de amor ante la pasión de nuestro Dios? Vayamos entonces al encuentro del pobre, allí habita Cristo Crucificado, Cristo roto, Cristo solo, Cristo olvidado, Cristo negado…

Como María de Betania no perdamos la ocasión de ocuparnos en estos días de aquél que quiso ocuparse la vida entera de nosotros. Te invito, entonces, en esta semana Santa a tener un gesto de cariño importante con Cristo, esto es, con el pobre. Porque el pobre es Cristo Crucificado.

Ojalá haya siempre, al lado de cada pobre, al lado de cada crucificado, uno de nosotros, un cristiano capaz de sufrir junto al otro, un cristiano capaz de acompañar al otro en su dolor, en su desprotección, en su vulnerabilidad, en su agonía… y en su Cruz.