San Lucas 10, 13-16
Hoy seguimos
compartiendo el evangelio que pareciera no decirnos mucho…
estas
ciudades de la antigüedad, que eran antiguos centros de comercio, Jesús las
pone como ejemplo, o de mal ejemplo en relación con el lugar donde Él está
visitando, Jesús vuelve Galilea y se da cuenta lamentablemente que
por más que hay milagros que haya hecho en ese región la gente no se convierte,
no terminan de creer, hay una fuerte incredulidad.
Es peor la falta de fe que en Tiro, en Sidón,
en Sodoma. En el fondo, la presencia del Maestro nos interpela tanto en esa
época como ahora. Después de todos los dones, los regalos, los milagros que ha
hecho en nuestra vida, aún no nos convertimos, no cuesta creerle en el fondo.
Realmente el
evangelio de hoy nos invita a una
conversión de vida, nos invita a buscar al Señor más de cerca, es una propuesta
superadora, porque Dios quiere lo mejor para nosotros, quiere una vida plena y
nos invita a una conversión de corazón, nos invita a dejar aquellas actitudes
que no nos acercan al Reino de Dios, aquellas acciones que justamente nos
acercan al pecado, al mal, que hacen que nuestra conciencia se ensucie.
Por el contrario, la misericordia, la Gracia
de Dios, el perdón, nos introducen en una nueva etapa de la salvación que es
reconocerlo a Él y darnos cuenta que todo es gratuito, que todo es Gracia, que
todo aquel que se suma al Señor realmente sale fortalecido y ya es una nueva
creación, tiene vida nueva.
Le pedimos
al Señor en este día la gracia de un
corazón convertido. Este evangelio no es sólo para los demás, es para cada uno
de nosotros, debemos sentirnos interpelados por esta invitación que hace Jesús
a la conversión.
El evangelio
siempre nos pide algo más, siempre quiere llevarnos a algo mejor.