San Lucas
11, 47-54
A medida que
avanza el Evangelio de Lucas, Jesús puede ser visto como estando en un
permanente enfrentamiento con los líderes políticos y religiosos de los judíos.
Él se vuelve cada vez más franco.
En el Evangelio de hoy Jesús eleva su tono
acusatorio, y tensa un poco más la cuerda de los que le escuchan. Se dirige a
los juristas que se han quedado con la llave del saber, y les dice que ellos no
han entrado e impiden cerrando el paso a que otros puedan entrar…
Por eso,
este Evangelio nos interpela y nos cuestiona hoy y exige de nosotros una
respuesta, una posición, porque tras este conflicto, a reacción de las
autoridades religiosas contra Jesús fue inmediata.
Al considerarse los únicos y verdaderos
intérpretes de la ley de Dios, tratan de provocar a Jesús alrededor de la
interpretación de la Biblia para poder cazar con insidias algunas palabras de
su boca. Así continúa y crece la oposición contra Jesús y crece el deseo de
eliminarlo.
Ayer como hoy, nuestras acciones son, en gran
medida, consecuencia de lo que se vive en el interior del corazón. Y si allí no
hay bondad, no habrá obras buenas.
Mirando
nuestra vida y nuestra realidad, ¿se ha ido de nosotros el amor y el cuidado
hacia nuestro prójimo? ¿Estamos nosotros en peligro de entrar en el desamor,
pero en un mundo políticamente correcto de los escribas y fariseos?
La
hipocresía es aborrecida por Dios; porque no hay nada peor en el alma de un
creyente que este terrible pecado. Dios aborrece al que no es sincero y quiere
aparentar lo que no es en la realidad.
Dios sigue
mandando al mundo de hoy los profetas que predican la verdad, pero de nuevo el
hombre vuelve la vista y hace oídos sordos a la verdad. De nuevo volvemos a
matar la verdad que Dios sigue proclamando.
El Santo
Padre, el Papa, es el profeta que Dios ha elegido para que todos los miembros
de su Iglesia encuentren siempre la verdad que salva. Mi fe en Cristo no puede
estar separada de mi fe en la Iglesia y mi fe en el Papa; y de aquí ha de
brotar mi certeza de que en todo momento he de defender al Papa y sus
enseñanzas.
¿No seremos
nosotros, tal vez, los que estamos matando a nuestros propios profetas? Porque
con frecuencia se escuchan palabras de disconformidad y rechazo hacia quien ha
recibido de Cristo la misión de guiar a la Iglesia. El Papa es esa voz que hoy
defiende la verdad ante los atropellos y las injusticias. Y esa verdad es
siempre la misma, no cambia con los años.