San Lucas 11,15-26
Hay un pecado poco recordado que se ve muy claro en el
Evangelio de hoy: el pecado de acedía. Es muy parecido a la envidia, pero en lo
espiritual.
¿Puede una caricia generarnos dolor? Inicialmente uno piensa
que no, que algo bueno no nos puede hacer doler. Y mucho menos algo tan suave
como una caricia. Sin embargo, cuando alguien nos acaricia y nos genera dolor…
eso es síntoma de que algo anda mal. Puede ser que justo haya tocado una
lastimadura, una zona quemada, o una espina que teníamos clavada sin darnos
cuenta. Sí, algo bueno puede generarnos dolor siempre que roce alguna de
nuestras zonas heridas.
¿Puede pasar eso en lo espiritual? Sí. Y es lo que vemos en
el Evangelio de hoy. Viendo a Jesús expulsar un demonio, sanar de ese mal a una
persona, hay gente que, en lugar de llenarse de alegría, se llena de bronca o
de tristeza. Miran mal el gesto bueno de Jesús y buscan explicarlo desde un
costado maligno: como si Jesús trabajara con el demonio.
La acedía se manifiesta, en quien la padece, como tristeza o
bronca frente a algo que en realidad llena de alegría a Dios. Y también como un
cansancio en todas las cosas espirituales. Y proviene de un ir alejándose de
las cosas de Dios y de Dios mismo, dejando de lado la oración, el trato íntimo
con él, las obras de caridad y dejándose llenar el corazón con una mirada
mundana.
Pidámosle hoy a Dios que nos ayude a tener una mirada
limpia, como la suya, para poder llenarnos de alegría con cada gesto de
caridad, de delicadeza, de ternura que vayamos encontrando hoy.