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22 de junio

 

San Mateo 6, 7-15

En el evangelio de hoy Jesús enseña a sus discípulos a rezar el Padrenuestro. Es una de las primeras oraciones que aprendemos cuando somos niños, sin embargo la más valiosa. Jesús nos invita a orar sin demasiadas palabras, como el hijo que habla con su papá: sin palabras complicadas ni grandes discursos, con la sencillez de quien sabe que su padre lo escucha y desea lo mejor para él.

 

Comparto  una pequeña reflexión para tener en cuenta:

No digas Padre, si cada día no te portas como un hijo.

No digas nuestro, si vives aislado en tu egoísmo.

No digas que estás en el cielo, si sólo piensas en las cosas terrenas.

No digas santificado sea tu nombre, si no lo honras.

No digas venga a nosotros tu reino, si lo confundes con el éxito material.

No digas hágase tu voluntad, si no la aceptas cuando es dolorosa.

No digas danos hoy nuestro pan de cada día, si teniéndolo tú, no te preocupas por la gente sin vivienda, sin medios,….

No digas perdona nuestras ofensas, si guardas rencor a tu hermano.

No digas no nos dejes caer en la tentación, si tienes la intención de seguir pecando.

No digas líbranos del mal, si no tomas parte activa contra el mal.

No digas amén, si no has tomado en serio las palabras del Padre Nuestro.

 

Le pedimos al Padre Dios que nos de la gracia de ser cada día más conscientes de nuestra condición de hijos amados suyos. Cuán diferente es la vida cuando sabemos que un papá grande nos cubre la espalda, que "el otro" no es otro cualquiera, sino hijo también amado por mi Padre.