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21 de junio

 

21 de junio

San Mateo 6, 1-6. 16-18

La lectura del Evangelio de hoy procede del Sermón de la Montaña (Mateo 5-7), concretamente donde Jesús enseña sobre la limosna, la oración y el ayuno.  Muchas religiones reconocen la importancia de estas tres prácticas, por lo que Jesús no estaba presentando conceptos nuevos a sus oyentes.  Es probable que la multitud estuviera familiarizada con individuos que realizaban estas responsabilidades religiosas como demostraciones públicas de engrandecimiento propio.

 

Para ser claros, Jesús no le estaba diciendo a su audiencia (que nos incluye a nosotros) que evitara los actos religiosos asociados con estos practicantes públicos.  Todo lo contrario.  Nótese que Él dijo "cuando", no "si" hacen estas cosas, subrayando que estas son áreas importantes en las que todos deberíamos estar comprometidos. Jesús no abolió las leyes relacionadas con la caridad, la oración y el ayuno, sino que ofreció una comprensión más completa de cómo debían aplicarse.  Jesús había advertido (Mateo 5:20) "si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos", así que quizá los versículos del Evangelio de hoy describen el nivel farisaico de justicia -aquel en el que las obras religiosas se realizan para gloria personal- que hay que superar.

 

Cuando me paro a pensarlo -y demasiado a menudo tengo que pararme a pensarlo- todas estas prácticas son muy, muy buenas para nosotros individualmente. Piensa en lo maravilloso que es el tipo de encuentro privado, apartado e íntimo con Dios que Jesús dirigió.  Nadie más está escuchando, así que puedes revelar tus miedos más profundos, tus pensamientos más desagradables, tus acciones más embarazosas.  No tienes que decir nada porque el Espíritu Santo ya sabe lo que debes rezar e intercede por ti (Romanos 8:26-27).