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11 de marzo


 San Lucas 15,1-3.11-32

En este tiempo de Cuaresma la Palabra de Dios nos invita a reflexionar sobre esta parábola que se conoce como Padre Misericordioso. Es la historia de un hijo, que desde la libertad decide alejarse de la casa del Padre, alejarse de Dios, por las circunstancias de la vida lo pierde absolutamente todo, uno puede preguntarse que fue lo peor que le ha pasado a este hijo, haber perdido todo el dinero, tener que ponerse a trabajar, desear comer la comida de los cerdos. No.

 Lo peor que le pasa es haber experimentado en su vida la soledad, el haberse quedado completamente solo. Muchas veces en nuestra vida vamos a experimentar que cuando tomamos decisiones equivocadas o vivimos alguna circunstancia de pecado, nos llevara inevitablemente a sentir esta soledad.

 Por suerte, sabemos que Dios nos dio la capacidad para poder pensar, y es en esta soledad que debemos reflexionar poniendo en acción este don maravilloso que es la inteligencia, el hijo menor en su soledad reflexionó, pensó y tomo una decisión que le devolverá la experiencia de un nuevo nacimiento.

 El joven dijo: ¿cuántos trabajadores tienen pan en abundancia y yo estoy aquí solo muriéndome de hambre?, ahora mismo iré a la casa de mi Padre y le diré: Padre pequé contra el cielo y contra ti, ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus trabajadores. El hijo menor había perdido completamente su dignidad, pero hay algo que no podemos perder de vista en ésta historia, y es la actitud del Padre hacia su hijo que regresa arrepentido, una actitud de apertura, una actitud que no encierra ningún reproche, una actitud de alegría y de fiesta por haber recobrado lo que había perdido.

 La Palabra de Dios nos dice que habrá más alegría en el cielo por un solo pecador arrepentido que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse. Dios en su infinita misericordia es capaz de sacarnos del aislamiento, es capaz de devolver la vida nueva a los hijos de Dios, de devolver aquello que habíamos perdido por decisiones equivocadas.

Y hablando de noventa y nueve justos me hacía pensar, en la figura del hijo mayor que permaneció siempre junto al padre y me venía a la mente la idea de no caer en el error de colocarnos en su situación, pensar que existen personas que no son merecedoras del perdón ni de su salvación y pensando que únicamente nuestra buena conducta nos salva.