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1 de abril


 San Juan 11,45-56

En este evangelio se dicen palabras muy fuertes que nos ponen frente la misión de Jesús: “Jesús iba a morir por la nación y no solamente por la nación sino también para congregar en la unidad a los hijos de Dios que estaban dispersos”.

 Este congregar en la unidad a los hijos de Dios que andaban dispersos como ovejas descarriadas es el deseo de Dios, formar una familia humana una gran fraternidad, como dijo el S.S Francisco cuando asumió como papa; este es el sueño de Dios, una gran familia. Y pensemos como todos tenemos algo que hacer para que esta gran familia se dé; porque no va a caer del cielo, tenemos que construirla entre todos.

En este evangelio hemos notado estas malas intenciones que tenían en base a los intereses; “que hacemos” decían los fariseos "este hace muchos signos van a creer en él y van a destruir nuestra nación." O sea, estaban pensando en sus intereses; si nosotros aprendemos a dejar un poco de lo nuestro, ojalá todo lo nuestro, para que Dios construya sus proyectos con nosotros y a través nuestro, la humanidad puede construirse según el sueño de Dios. Y no hay cosa más grande, más bella que está.

Entonces cuando tenemos está oportunidad de hacer algo bueno, pensar que es uno, es la acción de Dios que hace que este sumo sacerdote por ejemplo halla profetizado, como dice el texto, “no dijo eso por sí mismo” dice San Juan, sino que profetizó uno de los carismas más importantes por la acción de Dios.

Dejémoslo obrar a Dios en nuestro corazón, dejemos que él nos inunde de este amor a los pobres que el papa Francisco está ayudándonos a tomar conciencia que deben ser de corazón de nuestra querida Iglesia y de la humanidad entera.