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18 de febrero


 San Marcos 9,2-13

El Evangelio de hoy nos narra la Transfiguración de Jesús en lo alto de una montaña, y testigos de este hecho, fueron Pedro, Santiago y Juan. ¿Qué es lo que concretamente estos discípulos pudieron ver? Por un instante, la Gloria de Dios a la que todos estamos invitados. ¿Qué es lo que sintieron? Una gran paz, un gran amor que inundó definitivamente todo su ser.

 Tan hermosa fue esa experiencia, que Pedro no dudó en expresar, Señor: "Que bien que estamos aquí. Vamos a quedarnos." Pensaba cuantas veces en nuestra vida cristiana hemos tenido esta experiencia de transfiguración, la paz y ese amor que provienen de nuestro Señor Jesucristo, cuantas veces al igual que Pedro hemos querido que esos momentos duraran para siempre.

Sin embargo, en el texto Jesús nos dice, que es necesario descender y seguir caminando en este mundo, que el buen Dios nos ha regalado de su gran amor. Y seguir caminando en este mundo, significa comprometernos y abrazar la causa misma de Jesús, es decir, dar testimonio por medio de nuestras acciones que el Reino de Dios está entre nosotros y que juntos debemos construirlo.

Y para poder hacerlo realidad en nuestra vida cotidiana, es necesario tener estos ascensos en nuestra vida espiritual, para poder escuchar el mensaje que Dios tiene destinado para cada uno de nosotros y para todo el mundo.

 Allí Dios nos ilumina, nos llena de paz, amor y sabiduría que viene de lo alto, por eso nuestra vida puede comparase como un monte elevado, que podremos ascender para encontrarnos con Aquel que nos ama y nos enseña la verdad, porque El es la única Verdad.

 Y una vez que nos hayamos nutrido de él, es nuestro compromiso defender y poner manos a la obra para que muchos que aún no han encontrado la verdadera paz y el verdadero amor, puedan tener la experiencia de encontrarse con Aquél que es capaz de transfigurar nuestra vida de todos los días.