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14 de febrero


 San Marcos 8, 14-31

En el Evangelio de hoy, el Señor nos regala un consejo vital a la hora de encarar nuestra existencia: “La vida no depende del poseer muchas cosas”… ¡Sí! Lo que oyeron, la plenitud, la felicidad, la paz, la vida entera de un ser humano no se juega en tener el granero lleno.

Este consejo de Jesús en el Evangelio, nos recuerda aquél otro tan famoso que va en la misma línea: “donde tienes tu tesoro, ahí tienes tu corazón”… En el fondo, se trata de eso, de dejarnos interpelar por Jesús a propósito de dónde tenemos puesto nuestro corazón, a qué hemos apostado nuestra seguridad, en qué cosas hemos puesto nuestra felicidad.

A la luz de la Palabra de hoy, en la línea con lo que venimos diciendo, quiero compartir con ustedes la famosa leyenda de los dos hermanos que compartían un granero. Uno de ellos era soltero, mientras que el otro era casado y tenía cinco hijos. Cada año, al acabar la cosecha, guardaban todo en el mismo granero pero, claro está, en montones separados cuidadosamente al 50 % para cada uno. Cierta noche, el hermano soltero despertó pensando: “mi hermano tiene cinco hijos y esposa que alimentar, es injusto que yo tenga la misma cantidad de grano que él… en silencio, para no ofenderlo, cada noche pasaré una bolsa de mi lado al suyo”. Y así lo hizo. Coincidentemente, también una de esas noches, el hermano casado pensó: “mi hermano es soltero, y no tendrá quién cuide de él cuando llegue el momento en que no pueda trabajar, mientras que yo tengo cinco hijos que velarán por mí en mi vejez, es injusto que yo que tengo mi futuro asegurado tenga la misma cantidad de grano que él… en silencio, para no ofenderlo, cada noche pasaré una bolsa de mi montón al suyo”. Y así lo hizo.

Cuenta la leyenda que un día se encontraron a la misma hora de la madrugada, cada uno cargando y llevando grano al montón del otro… No sabemos cuán cierta es este leyenda pero, en todo caso, lo cierto es que toda leyenda tiene siempre algo de verdad y, según se cuenta en ésta, cuando en ese pueblo hubo de construirse una capilla, se eligió como lugar ese granero, ese lugar sagrado donde dos hermanos velaban no por el grano propio, sino por el grano ajeno.

¡Qué hermosa imagen la de estos dos hermanos compartiendo el granero! De eso trata nuestro Evangelio… Ha llegado la hora de abrir nuestros graneros, ha llegado la hora de compartir con el hermano más necesitado, ha llegado la hora de velar menos por las necesidades propias y salir a cubrir más las necesidades ajenas… Ha llegado la hora de dar rienda suelta al Evangelio de la solidaridad, donde “hay mayor alegría en dar que en recibir”.