San Marcos 8, 14-31
En el
Evangelio de hoy, el Señor nos regala un consejo vital a la hora de encarar
nuestra existencia: “La vida no depende del poseer muchas cosas”… ¡Sí! Lo que
oyeron, la plenitud, la felicidad, la paz, la vida entera de un ser humano no
se juega en tener el granero lleno.
Este consejo
de Jesús en el Evangelio, nos recuerda aquél otro tan famoso que va en la misma
línea: “donde tienes tu tesoro, ahí tienes tu corazón”… En el fondo, se trata
de eso, de dejarnos interpelar por Jesús a propósito de dónde tenemos puesto
nuestro corazón, a qué hemos apostado nuestra seguridad, en qué cosas hemos
puesto nuestra felicidad.
A la luz de
la Palabra de hoy, en la línea con lo que venimos diciendo, quiero compartir
con ustedes la famosa leyenda de los dos hermanos que compartían un granero.
Uno de ellos era soltero, mientras que el otro era casado y tenía cinco hijos.
Cada año, al acabar la cosecha, guardaban todo en el mismo granero pero, claro
está, en montones separados cuidadosamente al 50 % para cada uno. Cierta noche,
el hermano soltero despertó pensando: “mi hermano tiene cinco hijos y esposa
que alimentar, es injusto que yo tenga la misma cantidad de grano que él… en
silencio, para no ofenderlo, cada noche pasaré una bolsa de mi lado al suyo”. Y
así lo hizo. Coincidentemente, también una de esas noches, el hermano casado
pensó: “mi hermano es soltero, y no tendrá quién cuide de él cuando llegue el
momento en que no pueda trabajar, mientras que yo tengo cinco hijos que velarán
por mí en mi vejez, es injusto que yo que tengo mi futuro asegurado tenga la
misma cantidad de grano que él… en silencio, para no ofenderlo, cada noche
pasaré una bolsa de mi montón al suyo”. Y así lo hizo.
Cuenta la
leyenda que un día se encontraron a la misma hora de la madrugada, cada uno cargando
y llevando grano al montón del otro… No sabemos cuán cierta es este leyenda
pero, en todo caso, lo cierto es que toda leyenda tiene siempre algo de verdad
y, según se cuenta en ésta, cuando en ese pueblo hubo de construirse una
capilla, se eligió como lugar ese granero, ese lugar sagrado donde dos hermanos
velaban no por el grano propio, sino por el grano ajeno.
¡Qué hermosa
imagen la de estos dos hermanos compartiendo el granero! De eso trata nuestro
Evangelio… Ha llegado la hora de abrir nuestros graneros, ha llegado la hora de
compartir con el hermano más necesitado, ha llegado la hora de velar menos por
las necesidades propias y salir a cubrir más las necesidades ajenas… Ha llegado
la hora de dar rienda suelta al Evangelio de la solidaridad, donde “hay mayor
alegría en dar que en recibir”.