San Marcos
8, 11-13
A Jesús no
le gusta que le pidan signos espectaculares. Como cuando el diablo, en las
tentaciones del desierto, le proponía tirarse de lo alto del Templo y que lo
recogieran unos ángeles para mostrar su poder. Jesús nunca aceptó una cosa así.
Sus paisanos
no lo querían reconocer como el Mesías. No aceptaban su doctrina y tampoco su
persona. Tampoco valoraban los signos milagrosos que hacía. Hizo muchos
milagros pero no lo veían o no querían verlo. Curó a las personas enfermas,
liberó a los poseídos del demonio, multiplicó los panes, hizo un montón de
milagros que demostraban ser el Mesías. Si no creían con esto, tampoco iban a
creer si hacía signos grandiosos en el cielo o signos cósmicos. Jesús no
buscaba lo espectacular ni lo maravilloso.
Me pregunto:
¿por qué nos cuesta cambiar nuestra vida? Porque si creyéramos de veras en
Jesús como el Enviado y el Hijo de Dios, tendríamos que hacerle más caso en
nuestra vida de cada día. ¿También estamos esperando milagros, revelaciones,
apariciones y cosas espectaculares? No es que no puedan suceder, pero ¿es ése
el motivo de nuestra fe y de nuestro seguimiento de Jesús? Si es así, andamos
buscando a los signos de Jesús y no buscamos al Jesús de los signos. Si es así
andamos detrás de lo espectacular, andamos detrás de los signos y no de su
persona. Porque en definitiva los signos nos deben llevar a Jesús como un
cartel indicador. Pero no nos podemos quedar con el cartel indicador. Dicen en
oriente que cuando el sabio indica un hermoso paisaje el tonto se queda mirando
el dedo. Si los signos nos indican a Jesús, no nos podemos quedar solo con los
signos sin ir a la persona. Es como que en vez de mirar el paisaje nos quedamos
solo con el dedo que lo está indicando.
Deberíamos
saber descubrir a Cristo presente en esas cosas tan sencillas y lindas de cada
día. Debemos descubrir a Dios en el rincón de lo cotidiano. Como el hecho de
despertar a la vida y ver la luz de un nuevo día, observar el amanecer, el sol
que nos entibia, escuchar los trinos de los pájaros, encontrarnos con nuestros
seres queridos, ir encontrándonos a lo largo del día con personas que nos
quieren y a las que queremos.
Jesús está
presente en cada hermano. Había un santo que decía: has visto a tu hermano, has
visto a Dios. Tenemos que descubrir que cada persona es mi hermano o mi
hermana, y que en cada hno o hna está presente Jesús. Jesús fue simple, humilde
y de bajo perfil. El está presente en todos pero de una manera especial en el
marginado, en el pobre, en el que sufre, en el enfermo, en el débil, en el
humilde, en el de bajo perfil