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31 de octubre

 

San Lucas 14,12-14

El evangelio de hoy continúa la enseñanza que Jesús estaba dando alrededor de diversos asuntos, todos ellos enlazados con la mesa y la comida. La invitación a comer constituye el asunto central del evangelio de hoy.

Hay diversos tipos de invitación: invitaciones interesadas en beneficio propio e invitaciones desinteresadas en beneficio de otros. La costumbre normal de la gente era ésta: para almorzar o cenar invitaban a amigos, hermanos y parientes. Pero nadie se sentaba alrededor de la mesa con personas desconocidas. ¡Comían sólo con gente conocida! Esta era una costumbre entre los judíos y sigue siendo una costumbre que usamos hasta hoy. Jesús piensa de forma distinta y manda invitar de forma desinteresada como nadie solía hacer rompiendo el círculo cerrado y pide que invitemos a los excluidos: a los pobres, a los lisiados, a los cojos y a los ciegos. No era la costumbre y nadie hace esto, ni siquiera hoy. Pero Jesús insiste: “¡Invita a esas personas!” ¿Por qué?

Porqué en la invitación desinteresada, dirigida a personas excluidas y marginadas, existe una fuente de felicidad: “y serás dichoso, porque no te pueden corresponder”.

Es la felicidad que nace del hecho de haber hecho un gesto de total gratuidad. Un gesto de amor que quiere el bien del otro y para el otro, sin esperar nada en cambio. Es la felicidad de aquel que hace las cosas gratuitamente, sin querer ninguna retribución. Jesús dice que esta felicidad es semilla de la felicidad que Dios dará en la resurrección. Resurrección no sólo al final de la historia, sino ya desde ahora. Actuar así es ya una resurrección.