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29 de octubre

San Lucas 14,1.7-11

En el evangelio de hoy, Jesús ofrece el ejemplo de los puestos en el banquete de bodas, para ayudar a los fariseos a redescubrir aquello que resulta de las ansias de exhibición y figuración; sin embargo, esto no es sólo un mal de aquel tiempo, la vanidad y el deseo de reconocimiento sigue estando muy presente.

 Por eso, no deja de exhortarnos a la humildad, que hoy a veces llamamos “bajo perfil”. A la luz del evangelio, los primeros puestos los ocupan, de algún modo, quienes hayan superado esta forma de ver las cosas y se hayan puesto al servicio de los demás.

Que importante es desarrollar una sana estima de nosotros mismos, no creernos más de lo que somos, ni menos, sentirnos profundamente amados, vivir en  clave del servicio, de la humildad y de la entrega cómo modo de vivir nuestra vida, lo que nos toque hacer.

Dios ve profundamente y conoce nuestro corazón, sabe que es lo que hay en él, después también, en otra parte, indica que la súplica, la oración del humilde atraviesa las nubes; que lindo esto, cuando alguien pide con humildad.

Es el propio Jesús quien  nos invita a nosotros a ir hacia Él, nosotros que andamos afligidos y agobiados dice – "vengan a mí, carguen mi yugo y aprendan de mí que soy paciente y humilde de corazón"-

 veamos como Jesús realmente es el más humilde de los hombres, él se ha hecho una cosa para quedarse en medio nuestro, pensemos que cada Domingo celebramos su presencia en un pedazo de pan y un poco de vino, si hay una humildad mayor que esa que Dios mismo creador de todo, lo visible lo invisible, se haga una cosa y se preste incluso a la maldad humana de cometer sacrilegio, sin embargo Él es así realmente, el más humilde de los hombres.