San Mateo, 9, 9-13
Cada 21 de
septiembre la Iglesia Católica recuerda la figura de San Mateo, Apóstol y
Evangelista, quien vivió en Cafarnaún, a orillas del lago de Galilea, y quien
fue elegido por el mismo Señor Jesús para ser uno de los doce.
San Mateo
fue hijo de Alfeo y tuvo como nombre ‘Leví’, según lo atestiguan San Marcos y
San Lucas en sus propias narraciones. Tuvo el oficio de publicano, es decir,
fue un recaudador de impuestos. Los publicanos solían ser personajes
acaudalados, pero al mismo tiempo repudiados: primero, porque los impuestos que
recaudaban eran considerados injustos (el caudal iba a manos de los romanos) y
excesivos; y, segundo, los recaudadores se enriquecían a costas de la pobreza
de su propio pueblo. Aquello bastaba para que se les considerara “pecadores
públicos” y hombres corruptos según la Ley de Dios. Sin embargo, nada de esto
le importó a Jesús, quien un día al pasar vio sentado a Mateo (Mt 9,9ss)
cobrando el impuesto, y lo llamó. Leví -como se llamaba antes de ser discípulo
de Cristo- escuchó aquel llamado a ser apóstol y sin dudar se levantó y siguió
al Maestro.
El mismo
episodio aparece en los otros Evangelios sinópticos (Mc 2, 14ss, Lc 5, 27ss).
San Mateo es siempre mencionado en el grupo de los doce: ocupa el octavo lugar
en la lista que aparece en los Hechos de los Apóstoles (Hch 1, 13) y en el
relato de su propio evangelio (Mt 10,3). San Mateo se refiere allí a sí mismo
como "Mateo, el publicano". En los evangelios de San Marcos y San
Lucas aparece en el séptimo lugar (Mc. 3, 13; Lc 6, 12).
Después de
la Ascensión del Señor a los cielos, Mateo permaneció predicando en Judea,
aunque también predicó en tierras cercanas.
San Mateo y
el Papa Francisco
Un día como
hoy, pero de 1953, Jorge Mario Bergoglio, el Papa Francisco, experimentó, luego
de confesarse, la llamada a la vida religiosa en la Compañía de Jesús. En ese
entonces tenía solo 17 años. Hoy su escudo pontificio lleva inscrito el lema:
"Lo miró con misericordia y lo eligió", palabras tomadas del Evangelio
y que describen el momento preciso del encuentro de Jesús con el Apóstol.