San Lucas 8,
4-15
Hoy Lucas
nos habla de la Parábola del Sembrador con una gran esperanza al comenzar con
la frase: “el sembrador salió a sembrar”. ¡¿Qué más importante puede ser?! La
tierra es imprescindible pero más lo es la semilla: no puede haber fruto ni
alimento si la semilla no es repartida y sembrada generosamente.
Es Él quién reparte la Palabra de Dios con
gran esperanza en nuestra tierra, en tu corazón y en el mío y en el de esta
“gran multitud” que juntos recibimos su Semilla.
No podemos no nos podemos ni imaginar lo
privilegiados que somos puesto que estamos entre los que “se nos ha dado
conocer los misterios del Reino de Dios”.
Entre todos los terrenos que describe Lucas
hoy te invito a mirar esta “tierra fértil” de la que “brotó y produjo fruto al
ciento por uno”. No me imagino tierra más generosa y bien dispuesta que la de
María, ni mejor ni mayor fruto que Jesús mismo.
Ella nos mueve a “escuchar la Palabra con un
corazón bien dispuesto, a retenerla y dar fruto gracias a la constancia”. María
intercede por nosotros y es modelo de vida cristiana. Mujer de la constancia no
se contenta solo con ‘escuchar’ sino que permanece en Cristo (Jn 15), va a Él,
escucha y practica (Lc 6, 47)
Te invito a renovar tu súplica a María, que
como discípulo y discípula de Jesús te animes a decirle conmigo al Señor:
“Señor, yo quiero
escuchar tu Palabra
sabes de mi corazón que no siempre es Buena tierra
pero sabes que una y otra vez vuelvo a ti,
porque confío más en tu esperanza que en mis límites.
Yo sé que la Palabra se abrirá paso en mí en este día
que irá dando frutos de buenas
obras.
Te doy gracias porque me invitas a participar en tu misión
de hacer presente tu Reino.
Confío en que tu Madre Buena me ayude,
en su testimonio y en su escucha orante
pongo mi oración y todo este día.
Amén.