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17 de septiembre

San Lucas 8, 4-15

Hoy Lucas nos habla de la Parábola del Sembrador con una gran esperanza al comenzar con la frase: “el sembrador salió a sembrar”. ¡¿Qué más importante puede ser?! La tierra es imprescindible pero más lo es la semilla: no puede haber fruto ni alimento si la semilla no es repartida y sembrada generosamente.

 Es Él quién reparte la Palabra de Dios con gran esperanza en nuestra tierra, en tu corazón y en el mío y en el de esta “gran multitud” que juntos recibimos su Semilla.

 No podemos no nos podemos ni imaginar lo privilegiados que somos puesto que estamos entre los que “se nos ha dado conocer los misterios del Reino de Dios”.

 Entre todos los terrenos que describe Lucas hoy te invito a mirar esta “tierra fértil” de la que “brotó y produjo fruto al ciento por uno”. No me imagino tierra más generosa y bien dispuesta que la de María, ni mejor ni mayor fruto que Jesús mismo.

  Ella nos mueve a “escuchar la Palabra con un corazón bien dispuesto, a retenerla y dar fruto gracias a la constancia”. María intercede por nosotros y es modelo de vida cristiana. Mujer de la constancia no se contenta solo con ‘escuchar’ sino que permanece en Cristo (Jn 15), va a Él, escucha y practica (Lc 6, 47)

 Te invito a renovar tu súplica a María, que como discípulo y discípula de Jesús te animes a decirle conmigo al Señor:

 

  “Señor, yo quiero escuchar tu Palabra

sabes de mi corazón que no siempre es Buena tierra

pero sabes que una y otra vez vuelvo a ti,

porque confío más en tu esperanza que en mis límites.

Yo sé que la Palabra se abrirá paso en mí en este día

que irá dando frutos de buenas obras.

Te doy gracias porque me invitas a participar en tu misión

de hacer presente tu Reino.

Confío en que tu Madre Buena me ayude,

en su testimonio y en su escucha orante

pongo mi oración y todo este día.

Amén.