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 San Juan 6,1-15

La liturgia hoy nos invita a reflexionar sobre este texto del Evangelio de Juan que nos narra unos de los grandes signos obrados por Jesús: “La multiplicación de los panes”.

Particularmente creo que este milagro debió ser algo grande, ya que es el único que se encuentra narrado en los cuatro evangelios.

Es increíble y maravilloso poder advertir cómo a Jesús no se le escapa ningún detalle cuando se trata de ayudar al hombre y dar respuesta a sus necesidades. No sólo en lo espiritual sino también en lo material.

Dice la Palabra de Dios que después de realizar muchos signos y que cada vez lo seguía más gente; ahora Jesús quiso darles de comer, eran 5.000 personas; y para poder llevar adelante semejante tarea, necesitó de corazones y manos disponibles para poder dar.

Así ocurrió, de la mano de Andrés, se presentó a un muchacho que tenía cinco panes y dos pescados, como dice la Palabra: “que es esto para tanta   gente” … Un problema para el hombre, pero no para Jesús.

Cuando Jesús advierte que los corazones están disponibles a dar lo “poco” que se tiene, ese “poco” le basta para poder actuar con todo su poder. 

Porque para Jesús “poco” es a veces “mucho”, así también lo dice con respecto a nuestra fe: “si tuviéramos fe con un grano de mostaza seríamos capaces de trasladar montañas”.

Lo mismo ocurrió con el Evangelio, de cinco panes y dos pescados, Jesús fue capaz de dar de comer a una multitud: PORQUE PARA DIOS NADA ES IMPOSIBLE.

Pensaba que buen mensaje nos da el Evangelio hoy: “De nuestra disponibilidad, de nuestra nada, Jesús puede hacer grandes cosas, así nos lo dice el Salmo 125: “Grandes cosas hizo el Señor y nosotros estamos rebosantes de alegría”.

Que importante es recordar en nuestra vida que siempre debemos buscar primero el Reino de Dios y su perfecta justicia, porque en fe sabemos que todo lo demás se dará por añadidura. Reconociendo que esa añadidura será para conseguir lo que nos falta, para realizar plenamente nuestros sueños y proyectos.