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30 de abril


 San Juan 6, 16-21

En el Evangelio de hoy Jesús camina sobre las aguas y se acerca a la barca de los apóstoles que reman con dificultad por el viento fuerte… Todo lo que se relata ocurre “en la noche”, en medio de tormentas y movimientos que no deseamos y que nos asustan e inquietan. Nosotros podemos compararlo con la barca de nuestra vida, de nuestra familia, con la noche que significa la ausencia de Jesús y que encontramos en los diversos acontecimientos de la vida de cada ser humano.

 Los discípulos regresaban en barca a Cafarnaún, después de un una agitada y agotadora jornada, donde Jesús había enseñado, sanado a los enfermos y hasta multiplicado los panes.

Jesús se había quedado con la gente saludando y despidiendo. A la noche fue hacia ellos caminando sobre el agua, los discípulos se asustaron: “Soy yo no teman” bastaron estas palabras de Jesús para devolverles paz, seguridad y confianza.

Cuantas veces en la vida sentimos miedo, otras tantas Jesús nos da seguridad y confianza: Soy yo no teman. Cuando te sientas solo Jesús te dice: Soy yo no temas. Cuando te sientas triste Jesús te dice: Soy yo no temas. Cuando te sientas con miedo Jesús te dice: Soy yo no temas. Cuando titubea tu fe Jesús te vuelve a decir: Soy yo no temas

¡Cuántas situaciones hay en la vida personal y en la vida de la Iglesia que no comprendemos, que nos desconciertan y asustan! En medio de todo esto, surge la ternura de la voz de Jesús, que nos dice “no teman”. Él sigue diciéndonos que no temamos, que afrontemos la novedad y aquello que nos desconcierta con la certeza de que Él está cerca y nos guía con seguridad a nuestra meta. Él está ahí, con nosotros y en nosotros. De este modo, no hay lugar para el temor.

¿Ante qué realidades o situaciones el Señor me dice que no tema? ¿Cuáles son los mares agitados que hoy me toca enfrentar?