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24 de octubre.

El ciego Bartimeo 

¿Recuerdas el evangelio del domingo pasado? Seguro que sí.

Era la historia de dos jóvenes, dos hermanos... ¿Ahora si lo recuerdas?

Se acercaron a  Jesús y le dijeron : "Maestro, queremos que nos concedas lo que vamos a pedirte. El les dijo: Que es lo desean?  Concede que nos sentemos uno a tu derecha y el otro a tu izquierda cuando estés en tu gloria.

Después de escuchar tantos sermones y enseñanzas en el camino a Jerusalén, Santiago y Juan no entendían nada. No podían ver. Estaban ciegos.

En Cesarea de Filipo, Jesús les dice a sus discípulos que "el Hijo del Hombre debe padecer grandes sufrimientos, y ser muerto y después de tres días resucitar".

Pedro, ofendido, reprende a Jesús. Pedro es CIEGO. No puede ver.

Es fácil criticar a estos hombres por su incapacidad de ver las cosas que Jesús les está mostrando. Pero las cosas que Jesús les estaba mostrando no eran fáciles entonces, y no son fáciles hoy. Para aquellos que viven sólo en la carne, nunca serán fáciles.

¿Sufrimiento? ¿La muerte? ¿Quién, entre nosotros, quiere ver la vida a través del  lente del sufrimiento?

Esto es especialmente cierto en la vida de la fe. Sólo la fe madura mira las partes felices y las duras, especialmente las partes duras de la vida.

En el  Evangelio de hoy nos encontramos con  un hombre, Bartimeo, que se ve obligado a mendigar porque es CIEGO. Un dia Bartimeo estaba sentado al borde del camino pidiendo limosna y le dijeron que venía Jesús.

Empezó a gritar: "Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí".

Jesús y la gran multitud que le seguía escuchan su fuerte petición. Jesús le llama y le pregunta: "¿Qué quieres que  haga por ti?

"Rabí, quiero ver". Eligió la vista en lugar de la ceguera

Bartimeo renunció a su identidad de CIEGO y se convirtió en seguidor de Jesús. No le obligaron, fue una decisión personal que tomó. Para ser un verdadero y comprometido seguidor de Jesús necesitamos vista física y espiritual.

La ceguera no tiene que significar no poder ver a través de nuestros ojos.

Pedro no podía ver. Santiago y Juan no podían ver aunque sus ojos y oídos estaban sanos y bien abiertos.

Estaban ciegos en su espíritu. Las enseñanzas de Jesús no llegaban a sus corazones, no buscaban la gloria de Dios sino su propia gloria, no pensaban en nadie sino en ellos mismos.

Ciegos en sus corazones y en sus cabezas.

 

Ver es peligroso. Puede poner en duda todo lo que hemos creído.

La mayoría de nosotros fingimos a veces estar CIEGOS, e incluso nos sentimos seguros y cómodos en nuestra ceguera. Fuera de la vista, fuera del corazón. Pero el problema es que "lo que vemos, no lo podemos dejar de ver". El olvido no es la respuesta, la acción sí.

Hay muchos Bartimeo sentados al borde del camino pidiendo limosna en nuestra sociedad, es imposible ignorarlos. Mantenemos nuestros ojos y nuestros corazones cerrados. CIEGOS.

Jesús aunque está presente en nuestra iglesia, lo vemos como alguien que pertenece a un pasado muerto. Hoy nos invita a todos a aceptarlo como nuestro guía y nos pregunta: "¿qué quieres que haga hoy por ti?

Señor, queremos ver. Mantén nuestros ojos y nuestros corazones siempre abiertos.

Sí, era CIEGO, pero ahora puede ver. El don de la vida y la vista que recibió de Cristo son ahora instrumentos para llevar a más personas a Dios.

Que esta semana seamos luz y esperanza para los demás.