San Lucas 6,36-38
El programa que nos presenta Jesús es bien concreto: «sean
compasivos… no juzguen… no condenen… perdonen… den». Y el modelo es el mismo
Dios: «sean compasivos como su Padre es compasivo».
Esta actitud de
perdón la pone Jesús como condición para que también a nosotros nos perdonen y
nos den: «la medida que usen, la usarán con ustedes». Es lo que nos enseñó en
el Padrenuestro: seremos perdonados en la medida en que perdonemos.
En esta cuaresma nos
hace bien reconocer que somos pecadores. Reconocer nuestra debilidad es el
mejor punto de partida para la conversión pascual, para nuestra vuelta a los
caminos de Dios. El que se cree santo, no se convierte.
El que se tiene por
rico, no pide. El que lo sabe todo, no pregunta. Podemos cuestionarnos a la luz
del evangelio: ¿nos reconocemos pecadores? Cada uno sabrá cuál es su situación
de pecado, cuáles sus fallos, sus puntos flojos y sus debilidades. Ahí es donde
la palabra nos quiere enfrentar con nuestra propia historia y nos invita a
volver a Dios que nos espera con los brazos abiertos.
Se nos invita a mejorar nuestra vida en algo concreto en esta Cuaresma. Aunque sea un detalle pequeño, pero que se note. Seguros de que Dios, que es misericordioso, nos recibirá como un padre misericordioso.
Debemos aceptar y dar el paso que nos propone Jesús: ser
compasivos y perdonar a los demás como Dios es compasivo y nos perdona a
nosotros. Preguntarnos si tenemos un corazón compasivo.
¡Cuántas ocasiones tenemos, durante el día, para mostrarnos
tolerantes, para saber olvidar, para no juzgar ni condenar, para no guardar
rencor, para ser generosos, como Dios lo ha sido con nosotros! Ser compasivos y
generosos, es la invitación que nos propone Jesús.
Esto es más difícil
que hacer ayuno o abstinencia, y además es más importante. El programa que nos
presenta Jesús cuesta más, y es lo que Dios prefiere. A Dios le gusta más el
amor, la compasión, la misericordia con los demás.