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6 de marzo

San Lucas 6,36-38

El programa que nos presenta Jesús es bien concreto: «sean compasivos… no juzguen… no condenen… perdonen… den». Y el modelo es el mismo Dios: «sean compasivos como su Padre es compasivo».

 Esta actitud de perdón la pone Jesús como condición para que también a nosotros nos perdonen y nos den: «la medida que usen, la usarán con ustedes». Es lo que nos enseñó en el Padrenuestro: seremos perdonados en la medida en que perdonemos.

 

 En esta cuaresma nos hace bien reconocer que somos pecadores. Reconocer nuestra debilidad es el mejor punto de partida para la conversión pascual, para nuestra vuelta a los caminos de Dios. El que se cree santo, no se convierte.

 

 El que se tiene por rico, no pide. El que lo sabe todo, no pregunta. Podemos cuestionarnos a la luz del evangelio: ¿nos reconocemos pecadores? Cada uno sabrá cuál es su situación de pecado, cuáles sus fallos, sus puntos flojos y sus debilidades. Ahí es donde la palabra nos quiere enfrentar con nuestra propia historia y nos invita a volver a Dios que nos espera con los brazos abiertos.

 Se nos invita a mejorar nuestra vida en algo concreto en esta Cuaresma. Aunque sea un detalle pequeño, pero que se note. Seguros de que Dios, que es misericordioso, nos recibirá como un padre misericordioso.

Debemos aceptar y dar el paso que nos propone Jesús: ser compasivos y perdonar a los demás como Dios es compasivo y nos perdona a nosotros. Preguntarnos si tenemos un corazón compasivo.

¡Cuántas ocasiones tenemos, durante el día, para mostrarnos tolerantes, para saber olvidar, para no juzgar ni condenar, para no guardar rencor, para ser generosos, como Dios lo ha sido con nosotros! Ser compasivos y generosos, es la invitación que nos propone Jesús.

 Esto es más difícil que hacer ayuno o abstinencia, y además es más importante. El programa que nos presenta Jesús cuesta más, y es lo que Dios prefiere. A Dios le gusta más el amor, la compasión, la misericordia con los demás.

 Así tenemos un buen examen de conciencia para ponernos en sintonía con los caminos de Dios y las exigencias de Jesús. Es un examen que duele. Ojalá que salgamos de esta Cuaresma con un corazón más dilatado, y con mayor capacidad de perdón y tolerancia