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16 de marzo


 San Lucas 11,14-23

Jesús hizo una buena obra al sanar a un hombre que era mudo. Sin embargo, algunos a su alrededor no reconocieron su bondad. Incluso pensaron que había un poder maligno que trabajaba en Él. Sus pensamientos se formaban de sus propios sentimientos, y no de lo que estaba sucediendo fuera de ellos.

El Hijo de Dios estaba actuando con un poder divino, “por el dedo de Dios”. El milagro mostraba que el Reino de Dios había comenzado en la tierra. Jesús estaba comenzando una fase nueva en la historia humana, y elevando nuestro mundo a una rica forma espiritual.

Jesús necesitaba ser visto antes y ahora como el poderoso. Sin importar las dificultades que tiene la gente en su vida, el poder puede lidiar con ellos. Todos tenemos que verlo como el Maestro y confiar en Él.

El estar con el Señor, estar con Él, estar con Jesús. Es una de las cosas más principales que tenemos que tener siempre presente, tener siempre en cuenta. El Señor en el Evangelio muchas veces nos pide que estemos con Él, desde el principio nos dice que llamo para que estuvieran con Él y ,estando con Él, enviarlos a predicar con el poder de expulsar a los demonios. Su palabra también nos dice muchas veces que permanezcamos con Él diciéndonos “Sin mí no podes hacer nada” o “Si ustedes permanecen en mí y yo en ustedes pidan lo que quieran y lo tendrán”.

Y hoy en el Evangelio el Señor nos dice “El que no está conmigo está contra mí…” Es muy fuerte lo que nos dice pero muy real.

Jesús es claro. Cada uno de nosotros ¿considera que está con él? Mis actitudes, mi forma de pensar y actuar ¿demuestran que estoy con él? Las opciones que tomó siempre ¿son reflejos de mi unidad con el Señor?

Aprovechemos el tiempo de Cuaresma para meditar sobre esto: Estar con Él. Lo que significa, lo que implica, los frutos que se derivan de estar con el Señor. Es una gracia que todo el tiempo deberíamos pedir a Dios, estar con Él.