Páginas

20 de octubre

San Lucas 12,49-53

Que bueno sería si todos tuviéramos la pasión ardiente de Cristo. En el Evangelio de hoy escuchamos que Jesús manifiesta su deseo.

 Manifiesta su deseo de que su fuego arda en el mundo, de que su fuego de amor esté encendido en todos. Jesús nos da su fuego, ese fuego de amor que quema nuestro corazón, una llama de amor viva. Jesús nos da su pasión, esa pasión de querer llevar el amor a todos lados.

Jesús ha venido a traer fuego y estoy convencido de que en algún momento de tu historia experimentaste el fuego del amor de Jesús en tu corazón ¿Te acuerdas de ese día? ¿Te acuerdas de ese momento cuando tu corazón estaba lleno del amor de Dios y que ese amor quería explotar y salir hacia todos lados?

Seguro son momentos inolvidables y que quisiera que lo traigas a la memoria, trae de nuevo esa experiencia en tu corazón.  Qué bueno que es Jesús que siempre nos da lo mejor de lo mejor. Qué bueno que es Jesús al transmitirnos su mismo fuego de amor en nosotros.

Su fuego está en nosotros. Igual Su pasión. Anda y con el fuego de amor de Jesús incendia los corazones de todos. ¿Cómo lo vamos a hacer? Dando la mejor sonrisa, dando el mejor servicio. Haciendo las cosas con muchas ganas y con mucha vida. Dando el mejor abrazo a los que se te acercan o a los que vos quieras.

 Visitando de sorpresa a alguien que sientas   le va a hacer bien.  Donando algo a los más necesitados. Visitando a los enfermos. Jugar con los niños. Haciendo todo con la mejor gana. Y miles de gestos y cosas que se te ocurran. ¿Por qué hacerlo? Porque tenemos en nuestro corazón el fuego del amor de Dios y lo vamos a compartir con todos.