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13 de octubre


 San Lucas 11,47-54.

El evangelio que hoy tenemos para meditar y para hacerlo vida en nuestras vidas, continua lo que ayer meditábamos de las últimas recriminaciones de Jesús contra los Escribas y fariseos.

En este pasaje Jesús critica nuevamente a la misma gente porque  ellos limpian la copa y el plato por fuera, pero por dentro están llenos de malicia. Jesús en esta palabra nos invita a poner nuestra confianza y nuestra mirada en él.  Y el conocimiento que vamos teniendo de la ley y de la escritura es para acercarnos al Dios vivo, al Dios verdadero no para obstaculizar esa relación con Dios, ni para nosotros, ni para los demás.

Pidamos al señor que podamos valorar lo que significa el profetismo; porque el profetismo es una realidad buena, cuando fuimos bautizados fuimos hechos profetas, también fuimos hechos sacerdotes, también reyes constituidos, profeta que anuncia y enuncia, que sabe cómo lo sabía Jesús; que no es fácil la vida de un profeta porque tiene que seguir las directivas del señor, saber que muchas veces la misión se supone difícil, porque no todos quieren escuchar. Por eso pidámosle al señor que nos ayude de verdad a interiorizar la religión, la fe, a hacerla carne en nuestra vida, a transparentarla en nuestra conducta.

Y está crítica que Jesús hace a los escribas a los fariseos nos la haga a nosotros, que nosotros podamos unir nuestro corazón, nuestra vida interior y que eso se trasluzca en nuestras actitudes en nuestros gestos en nuestra vida. Que la fe realmente manifieste con nuestra vida aquello que creemos. Esto es lo que necesita Jesús que nosotros podemos ser, hombres y mujeres,  que estamos unidos al señor y lo que vivimos en el corazón es lo que transparentamos con nuestra vida.