Páginas

3 de octubre


 San Lucas 10,25-37

Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu espíritu, y a tu prójimo como a ti mismo”

Estas palabras resumen todo el mensaje del Evangelio: los cristianos, siguiendo el ejemplo de Cristo, no concebimos el amor a Dios sin el amor al prójimo. Como bien dice San Juan en su primera carta: “quien dice que ama a Dios a quien no ve y no ama a su hermano a quien ve, es un mentiroso”.

Jesucristo es claro en esta materia, al unir, al anudar estos dos mandamientos del amor: amor a Dios y amor al hombre. Aquí, Jesús nos está dando una tremenda Buena Noticia, nos está diciendo que el amor a Dios es posible aquí y ahora… ¿Dónde? En el amor al hermano, especialmente, en el amor al hermano herido, al hermano abandonado al borde del camino.

La pregunta que dispara el Evangelio de hoy es ineludible, la pregunta sería: ¿Cómo está tu amor a Dios, es decir, cómo está tu amor al hermano necesitado?

Siguiendo en la línea del Buen Samaritano, siguiendo en la línea de Mateo 25, no olvidemos jamás que al cristiano se le pedirán cuentas ¡Sí, lo que oyeron!, a los cristianos se nos pedirán cuentas del amor, del servicio, de la atención que hemos brindado a los más necesitados. Quien no apruebe este “test samaritano”, quien no apruebe el examen de “amor al hermano pobre y herido”, difícilmente lo salve el saberse de memoria la ley o repetir como loro el catecismo. Así como reprobaron en la parábola el sacerdote y el levita, así también corremos el peligro de reprobar nosotros si al ver un hermano caído, hacemos un rodeo y seguimos de largo.

Permítanme terminar con tres imágenes que resumen tres tipos de hombres:

i) Existen los “hombres tortugas”: se trata de personas que viven encerradas en su caparazón. Por ello, no son capaces de ver y oír las necesidades de sus hermanos. Se trata de personas que viven sólo para su metrito cuadrado, sólo atentos a su ombligo, a su “yo”, a sus necesidades.

ii) Existen los “hombres tomógrafos”: se trata de personas que sí son capaces de ver, de escanear las heridas de sus hermanos, pero no son capaces de curarlas, no son capaces de hacerse cargo. Ven, pero no hacen nada. Ven, pero pasan de largo.

iii) Por último, existen los “Buenos Samaritanos”: hombres y mujeres que no pueden ver un dolor sin remediarlo, que no pueden ver un herido y seguir de largo, hombres y mujeres capaces de amar a Dios en el servicio a los más necesitados.