Páginas

9 de julio

San Mateo 10,24-33

En el texto de hoy después de que Jesús elige a los doce y los envía a proclamar el Reino de Dios, Mateo presenta una serie de recomendaciones para guiar a los discípulos en su actividad pastoral. Les advierte de los peligros y persecuciones que tendrán que afrontar. No hay lugar para el miedo y la cobardía. El mensaje que les fue revelado a estos “escogidos”, debe gritarse a los cuatro vientos, a todo el mundo.

Esta vez la comparación la toma del mundo de los maestros de esa época: Los discípulos no se preparan para tomar el lugar de su maestro y establecer jerarquías entre los que más eruditos y los que menos saben. La preparación de los discípulos está encaminada al servicio misionero de la Palabra, al servicio del pueblo, a la unión filial con el Padre. Los discípulos, en continuidad con esta idea; si son realmente fieles, no pueden esperar mejor suerte que la del maestro.

La identificación del anuncio del Reino lleva a una identificación con el mensajero: les espera la misma cruz, persecución y muerte. Pero también, la esperanza en el Dios que conduce la historia, permite creer que la resurrección, y no la muerte, es la última palabra de la historia.

 

Si el maestro se consagró al servicio de los desposeídos y excluidos siendo ejemplo de humildad, y lo único que alcanza es la muerte, los discípulos no pueden aspirar a sentarse en los tronos de este mundo. Pero no tienen que dejarse acobardar: “nada hay escondido que no llegue a saberse”, el tiempo dará la razón a los que la tienen. Todos estamos en las manos de Dios; si El cuida hasta de las aves del campo, cuánto más de sus hijos. El mismo Jesús saldrá en ayuda de los suyos.

El ejemplo es el mismo Jesús, que nunca cedió ni se desanimó haciendo oír su voz profética; anunciando y denunciando los intereses y los valores que promueve este mundo. Los discípulos pueden ser perseguidos, pero la fuerza del Espíritu de Dios asiste en todo momento.