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21 de julio


San Mateo 13,10-17

Jesús enseñaba en Parábolas y no lo hacía sin ellas, dice la Palabra, y es por eso que sus discípulos, como escuchamos hoy en el evangelio, le preguntan el porqué de este método o modo de enseñar.

Las parábolas de Jesús, seguramente ya lo sabes, son historias, relatos de hombres, de situaciones cotidianas que se vivían en el tiempo y en la tierra de Jesús, por medio de las cuáles Jesús quería mostrar una nueva visión de Dios, de su Reino.

Por medio de ellas, el Señor no sólo llamaba la atención, sino que también cautivaba, la multitud se preguntaba de donde le venía tanta sabiduría, quedaban maravillados algunos y otros se incomodaban, porque la misma parábola los interpelaba.

Jesús dice hoy: “Por eso les hablo por medio de parábolas: porque miran y no ven, oyen y no escuchan ni entienden…” Sólo los pequeños y humildes, pueden recibir la verdadera visión del Reino que Jesús quiere mostrar, los soberbios,  quienes creen que ya saben lo que Dios quiere, no pueden ver, no pueden entender, se molestan, se enojan, confabulan contra Jesús. Y continua Jesús: … “Y así se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dice: Por más que oigan, no comprenderán… Porque el corazón de este pueblo se ha endurecido, tienen tapados sus oídos y han cerrado sus ojos, para que sus ojos no vean, y sus oídos no oigan, y su corazón no comprenda, y no se conviertan, y yo no los cure” …

“…Felices, en cambio, los ojos de ustedes, porque ven; felices sus oídos, porque oyen. Les aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que ustedes ven y no lo vieron; oír lo que ustedes oyen, y no lo oyeron…”.

Muchas veces, porque ya las conocemos, porque las hemos escuchado en otra oportunidad, dejamos de prestarle atención, no dejamos que ellas obren en el corazón, por eso pedimos a Jesús: Danos un corazón y oído de discípulo, un corazón sencillo para COMPRENDER, para VER, para OIR, para ser bienaventurados.