San Lucas 11, 29-32
Hoy celebramos a San
Juan XXIII, nació en Italia en 1881. Desde muy joven se sintió atraído por el
servicio sacerdotal. Así, ingresó al seminario y fue ordenado sacerdote en
1904.
Durante la Segunda
Guerra Mundial, siendo Obispo, ayudó a salvar la vida de muchos judíos
perseguidos por los nazis, haciendo uso del “visado de tránsito” de la
Delegación Apostólica bajo su jurisdicción. En 1953 fue creado Cardenal y a la
muerte de Pío XII, en 1958, fue elegido Sumo Pontífice por el colegio
cardenalicio.
Con el tiempo se ganó el apelativo de “Papa Bueno”, gracias
a sus evidentes cualidades humanas -poseía un gran sentido del humor y un don
de gentes singular-; pero principalmente a que su aspecto bonachón y su sonrisa
perenne reflejaban su alma deseosa de vivir las virtudes cristianas en todo
momento.
El mundo entero -en épocas convulsionadas- se convirtió en
testigo de su santidad. Mientras algunos líderes mundiales convocaban al enfrentamiento,
la violencia y la guerra, Juan XXIII enviaba un mensaje totalmente opuesto: las
gentes veían en él al pastor humilde, atento, decidido, valiente, sencillo y
activo.
Mientras los movimientos contraculturales e ideológicos
alzaban las banderas de la subversión de los valores y principios
tradicionales, San Juan XXIII también llamaba al cambio, pero sin desconocer la
riqueza del pasado condensada en la tradición cristiana.
La Iglesia, gracias a
su magisterio, se convirtió en una voz que era escuchada, en un faro que
iluminaba las nuevas tinieblas que aún hoy ensombrecen a la sociedad
contemporánea.
Juan XXIII marcó, además, el derrotero que seguirían los
posteriores pontífices: el diálogo con la cultura secular, el ecumenismo y la
búsqueda de la paz. Como parte de ese magisterio pontificio están las famosas
encíclicas “Pacem in terris” (sobre la paz entre los pueblos) y “Mater et
magistra” (sobre la cuestión de los trabajadores).
En ese marco magisterial y misionero, de una Iglesia abierta
al mundo para redimirlo en Cristo, San Juan XXIII quiso convocar un concilio
para poner a la Iglesia a tono con los nuevos tiempos, siempre fiel al
Evangelio pero renovada en su propuesta. Así, el Papa Roncalli convocó el
Concilio Vaticano II, inaugurado el 11 de octubre de 1962. Este fue sin duda,
el mayor acontecimiento en la vida de la Iglesia durante el siglo XX, cuya
proyección alcanza al nuevo milenio.
Con el paso del
tiempo, los católicos somos cada vez más conscientes de lo oportuno del
concilio, del Aggiornamento (actualización) que exigía el Espíritu Santo para
fortalecer a la Iglesia y potenciar su misión evangelizadora.
San Juan XXIII fue llamado a la Casa del Padre el 3 de junio
de 1963. El Papa San Juan Pablo II -heredero de la riqueza del Concilio- lo
beatificó en el año 2000 y el Papa Francisco lo canonizó en abril del 2014.