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11 diciembre

 

San Lucas 5, 17-26

Este pasaje nos muestra cómo Jesús se anuncia y manifiesta de diversas maneras, pero también revela la importancia de estar dispuestos a aceptar su mensaje y su presencia en nuestras vidas. En este relato, Jesús realiza un milagro al sanar a un paralítico, demostrar su poder divino y capacidad de perdonar los pecados.

La reacción de las personas que presenciaron este milagro es una lección que podemos aplicar a nuestra propia vida espiritual. Algunos quedaron asombrados y glorificaron a Dios, reconociendo la grandeza de Jesús y su mensaje. Sin embargo, otros se resistieron a aceptar lo evidente y buscaron excusas para negar la verdad.

Esta tendencia humana de no querer aceptar lo evidente puede surgir por diversos motivos.

A veces, nuestros sentimientos, deseos o intereses pueden nublar nuestra visión y hacernos rechazar la presencia de Dios en nuestras vidas.

Podemos aferrarnos a nuestras propias ideas preconcebidas o preferencias, impidiendo así que la verdad de Jesús nos transforme y nos lleve a la plenitud.

Sin embargo, el mensaje fundamental de este pasaje es que Jesús sigue anunciándose de muchas maneras en nuestras vidas, llamando a nuestra puerta y esperando a ser aceptado.

Él está presente en los signos y milagros que ocurren a nuestro alrededor, en la belleza de la naturaleza, en las palabras de la Escritura y en los encuentros con nuestros hermanos y hermanas.

La invitación es clara: abrir nuestros corazones y mentes a la verdad de Jesús. Reconocer su presencia en nuestra vida y permitir que su amor y su gracia nos transformen.

No importa cuántas veces hayamos negado o resistido, siempre podemos acogerlo y decirle: ¡Ven, Señor Jesús!

Que este pasaje del Evangelio nos recuerde la importancia de estar atentos a las múltiples maneras en que Dios se manifiesta en nuestras vidas y nos impulse a abrirnos a su amor y verdad.