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19 de enero

 

Marcos 3,13-19

Este evangelio nos invita a reflexionar sobre el llamado de Jesús a sus apóstoles y cómo podemos aplicar ese llamado en nuestras propias vidas como misioneros de la buena nueva.

En este pasaje, Jesús sube a un monte y llama a aquellos que él desea para ser sus apóstoles. Él les da un nombre, los envía a predicar y les concede el poder de sanar enfermedades y expulsar demonios. Es un momento importante donde Jesús selecciona y equipa a sus seguidores para continuar su misión en la tierra.

Hoy en día, no podemos subir físicamente a un monte para encontrarnos con Jesús, pero podemos buscar su presencia y su llamado en nuestra vida diaria. El monte del bautismo es un lugar simbólico donde también recibimos nuestro nombre y somos llamados a ser misioneros de la buena nueva. Somos invitados a salir y compartir el amor y la verdad de Cristo con los demás.

Al igual que Jesús ayudó a los doce apóstoles, también necesitamos su ayuda para cumplir con nuestra vocación de ser misioneros. Debemos pedirle a Jesús que nos fortalezca, que nos guíe y que nos dé las palabras adecuadas para proclamar su mensaje. Necesitamos su gracia para enfrentar los desafíos y obstáculos que encontraremos en nuestro camino.

Ser misionero no se trata solo de palabras, sino también de acciones. Jesús nos envía a predicar y a sanar, lo que implica ayudar a los demás, servir a los necesitados y compartir el mensaje de salvación. Necesitamos estar dispuestos a salir de nuestra zona de comodidad y llevar el evangelio a aquellos que aún no lo han escuchado.

En pocas palabras este evangelio nos recuerda que hemos sido llamados por Jesús para ser misioneros de la buena nueva. Podemos buscar su presencia y su ayuda en nuestra vida diaria, y confiar en su gracia para cumplir con nuestra vocación. Que podamos responder a su llamado con alegría y generosidad, llevando su amor y su verdad a todos los rincones del mundo.