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28 de noviembre

 

San Lucas 21, 5-11

El Evangelio de hoy, nos presenta las palabras de Jesús sobre la destrucción del templo de Jerusalén y los signos que precederán al fin de los tiempos. Jesús advierte a sus discípulos que vendrán tiempos difíciles, llenos de persecuciones y tribulaciones.

En este pasaje del Evangelio, vemos cómo Jesús rechaza la idea de que la grandeza del templo es un signo de bendición divina y les anuncia su destrucción. Él les dice: "No quedará piedra sobre piedra que no sea derribada". Con estas palabras, Jesús está invitando a sus discípulos a no poner su confianza en las cosas materiales ni en los símbolos externos de religiosidad, sino en Dios mismo.

Además de la destrucción del templo, Jesús describe una serie de señales y acontecimientos catastróficos que precederán al fin de los tiempos. Habrá guerras, terremotos, hambres, pestes y signos en el cielo. Estas palabras de Jesús pueden parecer desalentadoras, pero en realidad son una advertencia amorosa y una llamada a la vigilancia.

Jesús nos recuerda que la vida en este mundo es pasajera y que debemos estar preparados para el encuentro con Él al final de nuestros días.

 Nos invita a vivir con sabiduría y prudencia, a estar atentos a los signos de los tiempos y a no dejarnos llevar por el miedo o la desesperación.

En medio de las dificultades y pruebas, Jesús también nos ofrece consuelo y esperanza. Él promete que aquellos que perseveren hasta el final serán salvos. Nos anima a confiar en su amor y misericordia, sabiendo que Él está siempre con nosotros, incluso en los momentos más difíciles.

Esta enseñanza de Jesús nos invita a reflexionar sobre la importancia de tener una fe sólida y arraigada en Dios. En lugar de buscar seguridad en las cosas materiales o en las circunstancias externas, debemos aferrarnos a la roca firme que es Cristo.

Hoy, más que nunca, necesitamos recordar estas palabras de Jesús y mantenernos firmes en nuestra fe. A medida que el mundo enfrenta crisis y desafíos, debemos permanecer unidos en oración y servicio, confiando en que Dios está obrando en medio de todo.

Que la palabra de Dios en este Evangelio nos fortalezca y nos impulse a vivir con esperanza y confianza en medio de las pruebas y tribulaciones. Que las adversidades no nos alejen de Dios, sino que nos ayuden a crecer en nuestra relación con Él y a vivir según su voluntad.

Oremos para que el Señor nos dé la gracia de vivir en constante vigilancia y preparados para su venida. Que podamos encontrar consuelo en su amor y paz en medio de las tormentas de la vida.

Amén.